Quisiera referirme al hecho ocurrido el pasado viernes 27 de octubre en la escuela N° 429 “Mario R. Vecchioli”. Como ya es de dominio público, una joven alumna agredió verbalmente a una docente de dicha institución, lo que quedó registrado en un video, que posteriormente se viralizó por las redes sociales y WhatsApp.
En primer lugar, quisiera solidarizarme con la docente agredida y condenar la lamentable y
Vergonzosa actitud de esta joven. Sin duda podríamos abordar el contenido de este video desde diferentes disciplinas, como la psicología y la pedagogía, o simplemente desde la realidad sociocultural que estamos viviendo. Muchos podrán concluir que la escuela no se encuentra ajena a los hechos de violencia que ocurren día a día, pero creo que lo más lamentable radica en la actitud tomada por el equipo directivo de dicha escuela.
El día miércoles 1 de noviembre pude escuchar por el canal local el descargo realizado por la directora de dicho establecimiento y sinceramente me pareció lamentable y hasta insólito en algunos aspectos. En su relato, la directora explico que la inusitada reacción de la joven se debió a que la docente a cargo de la clase le llamo la atención por estar utilizando su teléfono celular sin autorización. Este simple acto de autoridad le valió a la docente un sinfín de gritos y reproches, siendo el corolario un fuerte insulto y la humillación frente a los demás alumnos.
Este contundente hecho fue banalizado por la directora, afirmando que la escuela se adhiere a una gestión basada en la escucha del otro, el diálogo y la palabra como instrumentos para la resolución de los conflictos, haciendo gala de un refinado léxico pedagógico, pero sin hacer mención al estado de la docente damnificada y mucho menos a la sanción que le cabría a esta joven.
En otra parte de su relato, afirma también que se trata de una “buena alumna”, lo que me parece algo descabellado en una persona que muestra semejante desprecio por la autoridad y normas de convivencia.
Me resulta lamentable el estado de indefensión en el que se encuentran nuestros docentes, que no solo deben enfrentar la agresión de alumnos y padres, sino también la indiferencia de las autoridades escolares, que parecen temerosas de imponer cualquier tipo de castigo frente a hechos de esta índole. Lo mismo podemos decir del gremio docente, que solo parece dar señales de vida en los inicios de cada año, sin fijar ninguna postura frente a las agresiones que reciben sus representados.
Normalizar este tipo de conductas, sin que tengan consecuencia alguna para quién las ejerza, nos está llevando a una decadencia moral y social sin precedentes, que nos está conduciendo a la autodestrucción como sociedad y nación.