Reinvindicar la memoria es un ejercicio profundamente político, porque implica revisar nuestra historia, que, como todas, se encuentra minada de intereses yuxtapuestos. En ese sentido, la historia es un terreno marcadamente hostil, porque lo que está en juego son versiones antagónicas de los hechos que tienen como consecuencia, no tanto el esclarecimiento de lo que pasó, sino sentar las bases sobre las cuales entendemos nuestro presente.
Como casi todos los años la conmemoración de esta fecha tan significativa y dolorosa para nuestro país, en la que un grupo de genocidas se instaló a sangre y fuego en el poder, causando la desaparición de 30 mil personas, conlleva una serie de discusiones que debieran, a esta altura, estar resueltas definitivamente en homenaje perpetuo hacia todas las víctimas.
Cuando observamos los puntos de desencuentro que aún se suscitan en torno a una conmemoración que debería ser indiscutible por los motivos que entraña, es inevitable pensar acerca de las dificultades que tenemos los argentinos para alcanzar acuerdos, para dejar de pensar(nos) en términos antagónicos.
En nuestro país a partir del 24 de Marzo de 1976 se implantó un régimen dictatorial caracterizado por el genocidio programado, la desaparición forzada de personas y la comisión de crímenes contra lesa humanidad. Ello derivó en un largo camino judicial en la que hoy, 42 años más tarde, continúan los juicios a los represores, algunos, incluso, como el caso del “Ángel de la Muerte”, Alfredo Astiz, que ni siquiera pueden mostrar arrepentimiento por los crímenes que cometieron.
Hoy, como hace 42 años, en nuestro país recordamos a las víctimas, pero el debate no se encuentra saldado. En nuestra ciudad, incluso, vemos tristemente como ciertos jóvenes aún reivindican las atrocidades cometidas por el terrorismo de estado y aun así, detentan espacios de poder en el órgano democrático por excelencia de nuestra ciudad, que es el Concejo Municipal.
Salvar las diferencias tiene que ver en parte con reivindicar la memoria, porque, la historia tiene que ver con lo pendiente, y fundamentalmente, con el presente. No cobra importancia por lo que pasó, sino por lo que estamos buscando. Reivindicar la memoria implicaría entonces poder respondernos a la pregunta sobre ¿qué tipo de sociedad queremos? Y si todos coincidimos en la importancia de estar unidos, entonces será cuando podamos llegar a construir ciertos acuerdos en torno a qué cosas ya no queremos repetir de nuestro pasado, será cuando verdadera y unánimemente podamos decir: NUNCA MÁS.