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Opinión

“Montados en la verdad no necesitamos espuelas”

A 73 años del 17 de octubre de 1945. Por Luis Rubeo. 

Entre tantos que vivieron y otros que describieron el 17 de octubre de 1945 hubo alguien especial, que además de ser uno de los protagonistas –acaso el principal– de aquella jornada, era el único que tenía la capacidad de sintetizar lo sucedido, las causas y sus detalles.

Ese personaje se dio a conocer como Bill de Caledonia, el seudónimo detrás del que se escondió el propio general Juan Domingo Perón para narrar los acontecimientos que terminaron llevándolo esa misma noche al balcón de la Casa Rosada a dialogar con el Pueblo.

“¿Dónde estuvo?”, se tituló el librito que escribió Perón bajo ese alias, y según reveló el historiador Fermín Chávez, fueron varios los colaboradores del General a la hora de redactarlo, todos ellos periodistas allegados suyos: Francisco J. Muñoz Azpiri, Blanca Luz Brun, Eduardo J. Pacheco y Arístides Durante.

Aquella crónica se publicó el 22 de febrero de 1946, el mismo día en que Perón hizo público otro libro: “Azul y Blanco”, que escribió para responder al despreciable “Libro Azul”, lleno de difamaciones y mentiras, que había divulgado el entonces embajador norteamericano Spruille Braden.

Un dato curioso y gracioso es el por qué de la elección del seudónimo: Bill de Caledonia era el nombre con que Perón había bautizado a uno de sus perros.

Lo que no tuvo algo de gracioso fue la estadía del General en la isla Martín García. Contado por él mismo, se puede ver que las condiciones del lugar no eran las mejores para la salud: “Desde mi alojamiento de confinado seguía por la radio los acontecimientos de Buenos Aires, mientras comenzaba a sufrir algunos dolores en la espalda, provocados por la humedad del ambiente y lo precario de la habitación, donde la lluvia hacía sus incursiones por las ventanas”.

Como se sabe, de Martín García fue trasladado al Hospital Militar, y allí quedó confinado hasta que los rumores de que ésa era la nueva sede de su cautiverio llegaron al pueblo, que ya se había movilizado y acudía a su rescate.

Y así lo relató, en aquel libro de pocas hojas pero mucho contenido histórico y político: “El día 17 de octubre, desde el Hospital Militar, asistí a los hechos más trascendentales de toda la Revolución de Junio. Ellos llenaron todo mi corazón de argentino y de patriota: la Revolución hecha hacía un año y cuatro meses por el Ejército había sido comprendida y había pasado al pueblo y, en consecuencia, había triunfado”.

Pero el remate de esa crónica resulta, 73 años màs tarde, emotiva y trascendente: “Desde el Hospital Militar percibía los gritos de los trabajadores y mi corazón se llenaba de satisfacción: ellos, en quienes yo había puesto mi fe y mi amor de hermano y argentino, no me defraudaron a mí, como no han defraudado a la Patria, a quien han dado su grandeza con sus sudores germinantes y generosos. ¡Ellos también le han dado todo sin pedirle nada!, a semejanza de los grandes de nuestra gesta gloriosa”.

Como figura en los primeros párrafos de “¿Dónde estuvo?”, Perón usó muchas frases, pero hay una que rescato porque de alguna forma representa a los peronistas, que siempre hemos tenido que lidiar con la afrenta, la difamación y el escarnio: “Montados en la verdad no necesitamos espuelas”.

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