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Nacionales

Con la situación más calma, la interna vuelve a moverse

Después del impasse que produjeron los acuartelamientos policiales, reaparecieron dentro del peronismo las movidas y las reuniones públicas y privadas. Cuál es el panorama de la principal fuerza politica del país con vistas al año 2015.

Los nuevos saqueos anunciados para el 19 y 20 de diciembre no se produjeron, a pesar de que algunos importantes medios opositores al Gobierno los alentaron con entusiasmo. Tampoco tuvieron eco los intentos de generar caos a través de las redes sociales, donde anónimos anunciaban hordas arrasando en tal o cual lugar, ni el reparto de volantes invitando a la gente a concurrir a algún supermercado donde les regalarían productos para luego incitar a la violencia ante el incumplimiento de la falsa promesa. El canal de noticias TN dio una muestra de esto al “informar” que se estaban produciendo saqueos en el barrio de Once, cuando en realidad una persecución a punguistas, más algún grito intencionado de que estaban saqueando comercios en la avenida Corrientes, despertó el miedo y los negocios comenzaron a bajar las persianas.

 

Esta “paz” viene a avalar la firme sospecha de que los saqueos, durante las horas de amotinamientos policiales en varias provincias, estuvieron organizados y vinculados a los reclamos salariales de integrantes de esas fuerzas de seguridad. De todos modos, esta vez, los gobiernos, el nacional y los provinciales, ya estaban curados de espanto y desplegaron estrategias preventivas, tanto de acción directa en los barrios más carecientes como en el atento seguimiento de las redes sociales.

 

Pero como diciembre se transformó en los últimos años en un mes propicio para la exaltación de los ánimos, los cortes de luz contribuyeron al mal clima. La combinación de mucho calor y consumo excesivo –y a veces irracional– de electricidad, hace años que deriva en quema de cables o de transformadores que dejan a muchos sin luz. El Gobierno mantiene los subsidios y habría también un atraso tarifario objetivo, pero está en el ADN del kirchnerismo que la gente no se vea afectada en su bolsillo y, en consecuencia, en su capacidad de consumo. Quizá deba medir con más precisión el punto exacto donde esta ecuación cierre con los menores costos políticos. Por lo pronto, advirtió que podría estatizar las empresas de distribución eléctrica.

 

Los cortes de luz, en otro plano, también provocaron el primer traspié discursivo del jefe de Gabinete Jorge Capitanich, como una consecuencia casi inevitable de la buena decisión de hablar todos los días con los periodistas. Fue al anunciar que habría cortes programados, lo que motivó que el ministro de Planificación Julio De Vido saliera a aclarar que el adjetivo más adecuado era “preventivos” en vez de “programados”.

 

Con un clima más calmo en los últimos días de la semana, Cristina decidió viajar a El Calafate para pasar las fiestas navideñas con su familia. Paralelamente, el ministro de Economía, Axel Kicillof, hizo su primera aparición importante para anunciar medidas en torno de uno de los temas centrales en los que viene trabajando desde su asunción: el control de la inflación.

 

Fue así que, rodeado de sus funcionarios y otros ministros, presentó el acuerdo de precios con supermercados para una canasta de productos. Tanto en el anuncio como en las repercusiones de los empresarios del sector, podían leerse entre líneas algunos cuestionamientos a los acuerdos anteriores que había suscripto Guillermo Moreno cuando era secretario de Comercio, los que eran burlados sistemáticamente por los propios supermercados al sacar de la venta los productos incluidos en los acuerdos. De todos modos, queda por delante la diferencia sustancial con la modalidad de Moreno, ya que el plan de Kicillof es acordar con todos los eslabones de la cadena de formación de precios y no sólo con el último.

 

El éxito de esta política para acotar el aumento de la canasta familiar, combinado con el nuevo índice de inflación que tendrá el aval del FMI –que en teoría no debería ser cuestionado por los medios opositores ni por empresarios ni sindicalistas–, puede dar un ordenamiento que le dé más racionalidad a las negociaciones paritarias.

 

Los aumentos salariales a los policías obtenidos bajo extorsión pero, al fin y al cabo, convalidados por cada provincia que lo otorgó, fue aprovechado por muchos sindicatos para elevar notablemente el porcentaje de incremento salarial que demanda. Casi todos pedían un número antes de los amotinamientos y lo cambiaron por uno mucho mayor, después.

 

En consecuencia, la brecha entre lo pedido y lo ofrecido creció notablemente, lo que hace muy difícil llegar a puntos intermedios. El primer acuerdo paritario lo firmaron las escuelas privadas con el sindicato de no docentes y fue por el 25% de aumento, unos puntos por encima de lo que se considera la inflación real. Pero esto no promete una salida mayoritaria, y menos aún para los gremios cuyo empleador es el Estado, sea nacional, provincial o municipal. Muchos de ellos ven como una solución de coyuntura la concreción de acuerdos parciales –aumentos por cuatro, cinco o seis meses– en vez de anuales, y al cabo de ese tiempo evaluar cómo evolucionaron los precios y volver a negociar.

 

¿En qué anda el peronismo? Mientras duró el levantamiento policial, las internas y las negociaciones políticas quedaron en un corto paréntesis. Pero en los últimos días reaparecieron los gestos, las movidas y las reuniones públicas y privadas.

 

Uno de los más activos fue el gobernador Daniel Scioli. Se reunió abiertamente con su colega de Córdoba, José Manuel De la Sota, y con el camionero Hugo Moyano, líder del sector más importante del sindicalismo disidente de la CGT. A De la Sota, peronista opositor, tanto el Gobierno Nacional como los gobernadores le endilgan la responsabilidad de haber disparado por inacción la ola de amotinamientos policiales. Y Moyano integró en las últimas elecciones la lista del peronismo neoliberal, encabezada por Francisco De Narváez, aunque luego dejó entrever que se pasaría a las filas de Sergio Massa. Uno y otro suman argumentos suficientes como para exasperar al kirchnerismo duro.

 

Sin embargo, Scioli volvió a su histórica conducta de manifestarse kirchnerista y, a la vez, desafiar a ese kirchnerismo duro, reuniéndose y sacándose fotos con opositores al Gobierno, como lo hizo con Massa, con Julio Cobos, con Mauricio Macri y tantos otros. Pero, paradojas de la historia, esa forma de conducirse de Scioli ahora encaja con la línea de gestos que inauguró el Gobierno desde que Capitanich asumió como jefe de Gabinete.

 

Siguiendo esa lógica, Scioli puede pensar que el kirchnerismo no puede hacerle reproches después de que el Gobierno abrió el diálogo con Macri, De la Sota y el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, además de invitar a los ex presidentes vivos y familiares de Raúl Alfonsín al acto por los 30 años de democracia.

 

Los que analizan con esquemas políticos pretéritos, también se preguntan sobre el acuerdo de buena convivencia entre Scioli y el vicegobernador Gabriel Mariotto. Tanto avanzaron que Mariotto no sólo mantuvo a varios de sus hombres en puestos del Ejecutivo provincial sino que incorporó más. Esta semana asumió como secretario de Desarrollo Estratégico Omar Szulak, ex rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y reconocido cuadro político del peronismo bonaerense, quien comparte la militancia con Mariotto desde que eran estudiantes de periodismo en la UNLZ.

 

Cerrado el capítulo de la interna partidaria en el PJ bonaerense con la elección como presidente del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, ahora le llega el turno a otro distrito muy importante: la Ciudad de Buenos Aires.

 

Las aguas ya empezaron a moverse. Todavía no hay postulantes formales a la presidencia del PJ Capital, pero muchos ven en el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, al principal candidato. Cerca de Tomada dicen que todavía no tomó una decisión, pero que lo tienta el desafío de poner de una vez por todas al PJ porteño a la altura de lo que significa el peronismo a nivel nacional, a partir de las elecciones internas previstas para abril.

 

El martes pasado, Tomada presentó un libro que prologó y que contiene escritos de Juan Domingo Perón sobre el tema del trabajo. Fue en el enorme teatro que tiene Foetra, el sindicato de telecomunicaciones, y reunió a más de 800 personas.

 

Demasiada gente para la presentación de un libro. Y no sólo por el número, sino, sobre todo, por los nombres de los asistentes. Además de los panelistas Jorge Taiana, Liliana Mazure, Horacio Ghilini, Héctor Gallego Fernández, Lorena Pokoik y el sindicalista anfitrión Osvaldo Iadarola, en primera fila estaban sentados el ministro de Educación, Alberto Sileoni; Dante Gullo, Francisco Nena, Quito Aragón, Patricia Vaca Narvaja y Marcelo Duhalde, entre otros. Y se leyeron dos cartas muy significativas: una, la envió la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, y la otra, el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. Para conformar la cadena de síntomas de lo que pareció un prelanzamiento, Tomada dijo: “Hagamos entre todos un peronismo grande en la Ciudad de Buenos Aires”.

 

Respecto de los potenciales candidatos presidenciales del kirchnerismo para 2015, más allá del intenso movimiento de Scioli, aún es pronto para ver alineamientos claros. Urribarri mermó un poco su actividad en ese sentido luego de la designación de Capitanich como jefe de Gabinete, una suerte de desensillar hasta que aclare. Capitanich ayer cumplió sólo un mes en el cargo, pero en ese lapso tuvo que ponerse al hombro problemas serios, como el amotinamiento policial, o incómodos, como los cortes de luz. La hiperactividad que exige ese puesto, conjugado con su personalidad, hace que en el último mes pudiera dormir pocas horas por día. De articular para su candidatura, ni hablar. Otro de los posibles candidatos, el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, sigue ganando imagen con el mejoramiento de los trenes y su actitud de poner la cara ante los problemas, pero no llegó a la etapa de salir a sumar adhesiones. Para todos, hay mucho tiempo por delante.

 

Por el lado del peronismo opositor, el principal candidato, Sergio Massa, estuvo inactivo bastantes días. Dicen sus allegados que fue por un problema de salud que lo preocupó pero que afortunadamente el diagnóstico no fue de gravedad. Cuando volvió al ruedo hizo un raid por todos los canales de televisión y radios amigables y tuvo un acto político en Capital, donde mostró como su principal referente en el distrito a Alberto Fernández, su antecesor como jefe de Gabinete de Cristina.

 

Pero en el massismo cada vez preocupa más que su triunfo electoral en las legislativas de la provincia de Buenos Aires no produjo el efecto arrastre que esperaban. Y las excursiones al interior del país en busca de adhesiones todavía no dan frutos. Los peronistas opositores al Gobierno que no se jugaron por Massa antes de las elecciones, están a la expectativa y no se arriesgan a comprometerse. Un claro ejemplo es Moyano, que, como decíamos, estuvo con De Narváez, coqueteó con Massa y ahora lo hace con Scioli. Ese destino de muchos de los aliados de De Narváez –tener que elegir entre el kirchnerismo soft de Scioli y la oposición light de Massa– pareciera extenderse a buena parte del resto del peronismo que no está hoy en el oficialismo.

 

Los que tienen peso propio, como el caso de Moyano o algunos gobernadores, prefieren esperar, sabiendo que en cualquier caso tendrán un buen lugar. Los otros, saben que al no haberse subido antes de las elecciones, ahora tendrán que ir a la cola, cualquiera sea la que elijan. Para uno y otros, no tiene sentido jugar antes de tiempo.

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