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Locales

¿Se va perdiendo la cultura carnavalera en Rafaela?

La ciudad supo tener más de 12 agrupaciones entre comparsas, batucadas y murgas, no superando hoy las 5. Falta de lugares de ensayo y otros intereses de las nuevas generaciones van haciendo mella en esta actividad cultural y social.
Agrandar imagen Batucada Quimey lleva 30 años en la ciudad de Rafaela.
Batucada Quimey lleva 30 años en la ciudad de Rafaela.
Julio Armando

Por Julio Armando

Comparsas, batucadas y murgas resisten al tiempo en Rafaela a fuerza de pasión, autogestión y porque quienes las integran están convencidos del rol social que cumplen en la comunidad. Pero lo cierto es que lejos quedaron los tiempos en que la ciudad supo tener (a fines de los 90 en la época de los "Locos Bajitos" ), unas 12 comparsas y batucadas e incluso 8 mucho más cerca en el tiempo (en 2019). En cuanto a murgas, en 2018 llegó a haber 4 porteñas en Rafaela, más la Mistonga que es uruguaya. En la actualidad quedaron 2: las 4 porteñas se fusionarion y conformaron "Delirios de Febrero", y sigue vigente "La Mistonga". En tanto comparsas y batucadas activas en la ciudad quedaron Quiimey (lleva 30 años), Anyalí y Trenta Huen Base.

Las consultas hechas por RAFAELA NOTICIAS a integrantes de algunas de estas agrupaciones marcan como un punto de inflexión para la baja de esta actividad, la pandemia. El "parate" del 2020 por el aislamiento social terminó por repercutir en los vínculos y desarmar algunos proyectos que se hicieron difíciles de reconstruir. Ni hablar de aquellas agrupaciones que se vieron afectadas directamente por la pérdida de miembros, como ocurrió en Rafaela. Los más experimentados, apuntan también a que "las nuevas generaciones ya tienen otras ocupaciones e intereses", por lo que se hace dificil sumar chicas y chicos nuevos. Los tiempos también cambiaron y "ya no hay tanta paciencia para encarar un proceso que arranca en agosto y que termina en febrero, sino que a veces los que ingresan quieren aprender todo en un fin de semana". El recambio generacional no se dio de la manera esperada, sumado a que Rafaela, a diferencia de otros lugares, "no tiene una cultura carnavalera".

Algo en que todos los consultados coincidieron tiene que ver con la falta de lugares de ensayo que hay en la ciudad, siendo éste uno de los factores que contribuyó a que esta cultura carnavalera no termine de consolidarse. Las constantes denuncias por ruidos molestos de vecinos, han ido desplazando a las agrupaciones hacia lugares cada vez más alejados de los barrios, a veces poco iluminados y distantes de las casas de los participantes (que muchos suelen ser niños); todas situaciones que contribuyeron a la desparición de diferentes comparsas.

La cuestión económica también impacta, pero esto no tanto en el número de integrantes sino más bien en la calidad de los espectáculos. Es que "comprar plumas o pinturas se hace impensado hoy, ya que son insumos cotizados a precio dólar". Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de agrupaciones que se autofinancian. Si bien en algunos casos hay un incentivo que reciben del Municipio luego de presentarse en los Carnavales Rafaelinos, lo demás sale de ventas que realizan o de presentaciones en eventos por los cuales cobran un cachet. También en los Carnavales Rafaelinos - quienes participan- pueden hacerse cargo de las cantinas donde se venden los alimentos, lo que ayuda a las agrupaciones a solventar gastos. Tampoco se puede soslayar lo que ocurrió este año con la festividad en la ciudad, donde luego de muchos años los carnavales no estarán en las calles sino en un espacio más reducido como es el Anfiteatro "Alfredo Williner" y sólo se presentarán 3 agrupaciones; todo consecuencia de un reducido presupuesto con el que se cuenta por la situación económica actual, según informó el Municipio.

Lo que no está en duda es el rol social que cumplen estas agrupaciones en los barrios: "Hay valores que se aprenden como el respeto, la humildad, el compartir". Es una actividad que ayuda a los chicos a "salir de la calle" y alejarse del flagelo de las adicciones que siempre asecha las esquinas. Es la posibilidad de juntarse, de recrearse con el otro, de decir algo -a veces disonante-, de construir una identidad colectiva tan necesaria en tiempos del sálvense quien pueda.

 

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