El símbolo de Ampelmann, con su figura de un pequeño hombre verde con sombrero, es un icono cultural reconocido en todo el mundo como representativo de la ciudad de Berlín. El Ampelmann, hombre que va a trabajar feliz, fue diseñado en la década de 1960 por el psicólogo de tráfico Karl Peglau, quien trabajaba en la administración de tráfico de Berlín Oriental. Peglau tenía como objetivo mejorar la seguridad vial y la claridad de las señales de tráfico, pero su visión trascendió el mero propósito funcional. Inspirado por los dibujos de su hijo, creó una figura más humana y amigable que sería fácilmente comprensible para todos, incluyendo niños y personas mayores. Nuestra Rafaela tiene importantísimos problemas de transito, pero no es a ello a lo que queremos referirnos hoy.
El diseño del Ampelmann buscaba implantar la idea socialista de la satisfacción en el trabajo y la importancia del individuo en la construcción de una sociedad próspera. La figura animada, con su sombrero y actitud enérgica, representaba a un hombre feliz y dedicado a su labor. Así, el Ampelmann se convirtió en un símbolo de cómo el trabajo colectivo y la contribución individual podían conducir al bienestar de toda la sociedad. Tengamos presente que el principal inconveniente de ese tipo de economías socialistas, es la falta de interés en progresar de los individuos, ya que da lo mismo el mérito o el esfuerzo, ya que los salarios tienen valores preestablecidos y siempre de forma equivocada, lo que lleva a desmotivación y por supuesto conduce a una economía ineficiente como todas las de tiente socialista, motivo por el cual todas han fracasado, tanto desde el punto de vista de distribución del ingreso, como de prosperidad, desarrollo e incluso estéticamente.
Tras la caída del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania en 1990 y el abrazo al capitalismo que llevo nuevamente a Alemania a convertirse en potencia, se tomó la decisión de mantener el símbolo de Ampelmann en los semáforos de Berlín Oriental, preservando su legado y vinculándolo con la identidad de la ciudad. Hoy en día, Ampelmann es más que una simple señal de tráfico. Se ha convertido en un símbolo lúdico y distintivo de la ciudad, presente en todo tipo de productos y souvenirs que se venden en tiendas temáticas.
Volviendo a la esencia del origen del símbolo, hombre que va a trabajar feliz, abordaremos tres conceptos distintos que hacen a nuestra actualidad en la economía argentina, el costo, el valor y el precio que se paga por el trabajo. Estos términos son de vital importancia tanto para empleados como para empleadores, ya que definen aspectos cruciales de una relación de trabajo y podemos observar que, incluso parte de la dirigencia política, los confunde.
El precio, se refiere al monto monetario acordado entre el empleador y el empleado como compensación por los servicios prestados. Representa el salario o sueldo que el empleador paga al trabajador por el tiempo y esfuerzo dedicados a las tareas asignadas. Este acuerdo financiero es la base económica de la relación laboral y proporciona al empleado la retribución por sus servicios. En argentina está influenciada por factores de poder colectivistas de parte de los trabajadores sindicalizados.
Por su parte, el costo, engloba los gastos y erogaciones en los que incurre el empleador al mantener a un trabajador en su nómina. Incluye no solo el salario acordado, sino también otros beneficios y prestaciones proporcionados al empleado, como seguros de salud, vacaciones pagadas y contribuciones a la seguridad social. Además, el costo puede involucrar la inversión en la capacitación y desarrollo profesional del empleado, así como los recursos necesarios para que realice sus funciones eficientemente, como equipos y herramientas de trabajo. Es fundamental que el empleador calcule y evalúe cuidadosamente el costo para una gestión eficiente de la fuerza laboral.
El valor, en el contexto laboral, representa la contribución y los beneficios que el empleado aporta a la empresa mediante su trabajo. Va más allá del simple cumplimiento de tareas asignadas, evaluando la calidad del trabajo, la creatividad, la productividad y la capacidad para resolver problemas. Un empleado que agrega un alto valor a la organización es aquel que marca la diferencia y aporta significativamente al logro de los objetivos de la empresa, independientemente del costo y del precio percibido. Hay muchísimos empleados felices de aportar a la empresa y que valoran mucho su tarea, aún por arriba de la retribución recibida. Tenemos muchos ejemplos de trabajadores que continúan haciéndolo, luego de su retiro, incluso sin percibir pagos.
Comprender estas diferencias es esencial para una gestión efectiva de recursos humanos y para establecer una relación laboral equitativa y exitosa. Para los empleadores, evaluar el precio y el costo es crucial para mantener una estructura financiera sólida, mientras que reconocer el valor del empleado es clave para promover un ambiente laboral motivador y productivo. Para los empleados, conocer el precio de su trabajo y el valor que aportan les permite valorarse y negociar de manera justa su compensación económica. Entender estas diferencias nos ayuda a forjar relaciones laborales sólidas y exitosas que benefician a ambas partes involucradas y toma especial relevancia en contextos donde el empleador forma parte de la administración pública y cambia periódicamente la conducción política de la misma.
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