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Salud

Con el invierno, el virus podría generar mayor incidencia de casos de Covid-19

El frío favorece la transmisión de los virus respiratorios, como el Covid-19. Para el Dr. Juan Claus, serán claves los controles para evitar el ingreso del virus y prevenir brotes en ciudades y provincias del país que se encuentran libres de circulación de SARS-CoV-2.
Agrandar imagen Imagen Ilustrativa. Fuente: Internet
Imagen Ilustrativa. Fuente: Internet

Más de una vez se habrá escuchado de parte de las autoridades sanitarias la expresión: “El frío no será un aliado en la lucha contra el coronavirus”. Pero, ¿qué explicación científica esconde esa frase? Que el SARS-CoV-2 —o coronavirus—, como otros virus, podría persistir más tiempo en el ambiente durante temporadas de bajas temperaturas. Se estima que a 4°C, duraría varios días. Además, las partículas del virus conservarían por más tiempo su capacidad de infección cuando un portador deja sus microgóticulas nasales en, por ejemplo, superficies lisas (vidrio, plástico o acero). 

 

Entonces, si el virus “vive” más tiempo en el ambiente durante temporadas como el otoño en marcha y el invierno que se acerca, ¿habría posibilidades de un mayor número de contagios? “Es probable que, como los otros virus que se transmiten por vía respiratoria, el SARS-CoV-2 también presente en nuestra región un patrón estacional que conduzca a un incremento de la incidencia de casos de COVID-19 durante el invierno”, le dice a El Litoral el bioquímico Juan Claus, Doctor con Orientación en Virología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y Profesor Titular de Virología de la FBCB-UNL.

 

Ante la presunción de que haya más contagios como consecuencia del frío, será muy importante que “aquellos distritos que actualmente se encuentran libres de circulación viral, como por ejemplo la ciudad de Santa Fe, preserven esta condición. Será necesario ejercer un control estricto del tránsito y destino de personas provenientes de zonas con circulación viral activa”, advierte el especialista. 

 

La explicación​

 

—¿Cuán cierto es -según la información científica actual- que las bajas temperaturas hacen que el virus SARS-CoV-2 persista infectivo (que infecta o puede infectar) durante más tiempo en el ambiente y sobre las superficies, al ser expelido por las microgotas bucales o nasales de un infectado?

—Las partículas de todos los virus que infectan a los seres humanos, incluyendo los coronavirus, son sensibles al efecto de la variación de la temperatura. A medida que ésta se incrementa, los virus pierden su infectividad más rápidamente, o para decirlo de otra manera, a temperaturas más bajas conservan durante más tiempo su capacidad infectiva. Esta es la razón por la cual las muestras de virus se preservan a bajas temperaturas, por ejemplo a 4°C durante varios días, o a -80°C durante años. Por el contrario, para inactivar virus se utilizan tratamientos a altas temperaturas.

 

En el caso particular del virus SARS-CoV-2, los estudios de estabilidad de la capacidad infectiva que se han realizado en laboratorio demuestran este mismo patrón de comportamiento, por lo cual es esperable una mayor persistencia del virus en el ambiente durante el período invernal. La estabilidad viral depende también de otras condiciones ambientales, como el tenor de humedad, la acidez o el tipo de material y características de las superficies sobre las cuales se depositan las partículas virales.

 

Respecto a este último punto, se verificó que las partículas de SARS-CoV-2 conservan por más tiempo su capacidad infectiva cuando se depositan sobre superficies lisas, hechas de vidrio, plástico o acero, que cuando contaminan las superficies más rugosas de papel o tela.

 

—Considerando que el virus podría durar más tiempo en las superficies con temperaturas bajas, ¿sería lógico esperar un incremento de los contagios, o acaso nuevos brotes en invierno, más aún teniendo en cuenta la alta transmisibilidad del virus?

 

—El problema de la mayor estabilidad viral a temperaturas más bajas es sólo una parte del problema más complejo que representa la estacionalidad de las infecciones virales que se transmiten por vía respiratoria. Este es un fenómeno que se verifica en las regiones de clima templado como la nuestra, y que se manifiesta por un incremento de la incidencia de las infecciones respiratorias de origen viral durante el período invernal. Forma parte de nuestra experiencia de vida que, cuando llega el invierno, padecemos enfermedades como resfríos, gripe o bronquiolitis, todas producidas por diferentes virus respiratorios, con mayor frecuencia que en la temporada cálida.

 

Es probable que, como los otros virus que se transmiten por vía respiratoria, el SARS-CoV-2 también presente en nuestra región un patrón estacional que conduzca a un incremento de la incidencia de casos de COVID-19 durante el invierno. Existen antecedentes que dan soporte a esta presunción: el comportamiento estacional del brote de SARS, un virus muy relacionado con SARS-CoV-2, en los años 2002-2003; la marcada estacionalidad invernal de los resfríos causados por los coronavirus que circulan habitualmente en humanos, y la forma en que evolucionó la pandemia de COVID-19 en los países del Hemisferio Norte entre enero y mayo de este año.

 

Ahora bien, este patrón estacional no sólo se explicaría por la mayor estabilidad de las partículas de SARS-CoV-2 en el ambiente más frío del invierno. Se ha demostrado para otros virus respiratorios que la reducción de la temperatura del aire que ingresa por la nariz conduce a cambios en la ecología del epitelio respiratorio, y a una reducción de la inmunidad antiviral innata a ese nivel, que facilitan un mayor nivel de replicación viral y, por lo tanto, un incremento de la capacidad de transmisión de la infección.

 

Además de los dos mencionados, un tercer factor que promueve la estacionalidad invernal de las infecciones respiratorias virales es el mayor nivel de interacción inter-humano propiciado por la tendencia a concentrarse en ámbitos cerrados, que también favorece la transmisión viral.

Concretamente, si estos supuestos se cumplen también para las infecciones con SARS-CoV-2, es probable que aquellos sitios que ingresan al período invernal con circulación viral comunitaria se enfrenten a un escenario de incremento de la frecuencia de contagios y de la incidencia de casos de COVID-19.

Con relación a esta situación, es importante que aquellos distritos que actualmente se encuentran libres de circulación viral, como por ejemplo la ciudad de Santa Fe, preserven esta condición, especialmente durante el próximo invierno. Para ello será necesario ejercer un control estricto del tránsito y destino de personas provenientes de zonas con circulación viral activa, y puertas adentro de la ciudad seguir cumpliendo estrictamente con las pautas de distanciamiento social e higiene, para tratar de minimizar la probabilidad que el eventual ingreso del virus de lugar a la emergencia de un brote de COVID-19.

La “inmunidad del rebaño” y los dos escenarios: con y sin vacuna

—¿En qué consiste el concepto de “inmunidad del rebaño o de manada”?

—El concepto de inmunidad de rebaño describe el fenómeno por el cual, en una población donde coexisten individuos que son inmunes a un determinado patógeno infeccioso con otros individuos que son susceptibles a infectarse con el mismo patógeno, las personas inmunes protegen de la infección, de manera indirecta, a las personas que aún son susceptibles. ¿Cómo se genera esa protección?

La explicación es simple: las personas inmunes, al no infectarse, dejan de contribuir a la transmisión del patógeno, la circulación de éste se reduce y por lo tanto disminuye la probabilidad de que las personas susceptibles se infecten. Cuanto mayor es el porcentaje de individuos inmunes en la población, menor será la probabilidad de infección de los que aún continúan susceptibles, de tal manera que, en algún punto, el patógeno podrá extinguirse en el seno de esa población, aún cuando algunos integrantes de la misma continúen siendo susceptibles.

—¿Podría (la “inmunidad del rebaño”) reducir en algún punto la curva de evolución de la pandemia, o todo lo contrario? ¿Existe evidencia científica concluyente?

​—El porcentaje mínimo de individuos inmunes que es necesario alcanzar para llegar a un nivel satisfactorio de inmunidad de rebaño depende de la naturaleza y características del patógeno, de la estructura y características de la población y del contexto socio-ambiental. ¿Cuál es ese porcentaje para el caso de SARS-CoV-2 en nuestra población y en nuestro contexto particular? Frente a la irrupción de un virus nuevo como lo es éste, cuyas formas de transmisión no han sido totalmente caracterizadas, su mecanismo de patogenicidad no ha sido dilucidado, sus niveles de morbilidad y letalidad son aún desconocidos, y para el cual ni siquiera existe certeza acerca de la magnitud y duración del estado de inmunidad que alcanzan los individuos infectados, considero que no existe suficiente información como para hacer una estimación confiable de ese porcentaje.

Además, en el estado actual de la pandemia, incluso en aquellos países que están más adelantados que nosotros en la curva epidémica de COVID-19, como España e Italia, los porcentajes de individuos en los cuales se detectan anticuerpos marcadores de infección, que se supone que están inmunizados contra SARS-CoV-2, son aún tan bajos que se está todavía muy lejos de los niveles mínimos que podrían estimarse necesarios para alcanzar un estado de inmunidad de rebaño. Por lo tanto, este fenómeno no está jugando ningún rol, ni lo jugará próximamente, en la evolución de la curva de evolución de la pandemia. Para el futuro se pueden plantear al menos dos escenarios: con vacuna y sin vacuna.

 

La amplia disposición de una vacuna eficaz permitiría incrementar rápidamente los porcentajes de individuos inmunes, alcanzar niveles compatibles con la inmunidad de rebaño, cortar la transmisión viral y abortar la pandemia.

 

Por otro lado, sin vacuna, el tránsito hacia la inmunidad de rebaño, si es que es posible alcanzarla alguna vez, dependerá de la evolución natural de la infección en la población, con un curso que es por el momento impredecible.

 

La amplia disposición de una vacuna eficaz permitiría incrementar rápidamente los porcentajes de individuos inmunes, alcanzar niveles compatibles con la inmunidad de rebaño, cortar la transmisión viral y abortar la pandemia.

 

El Dr. Juan Claus es bioquímico de la ciudad, egresado de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Es Doctor con Orientación en Virología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y Profesor Titular de Virología de la FBCB-UNL.

Fuente: ellitoral.com

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