Una tarde buscando entre los viejos libros que habitaban la pequeña biblioteca encontré un cuaderno escrito por Don José . Me gustó, el tema era la dominación del pobre y tenía expresiones como: "Del Colono se acuerdan cuando la espiga está madura". Hasta hoy no sabía que este catalán, había sido el fundador y primer maestro de la escuela. Hace años llegó desde la España dividida y destruida. Cuentan que cuando venía en el vapor un pasajero cayó al mar. La tripulación rápidamente intentó sacarlo y en ese momento un inmenso tiburón le devoró las piernas. Todo el mundo se aterrorizó pero él permaneció junto al mutilado cadáver. Este incidente digno de un cuento de Poe marcó su vida. Fue maestro, chacarero, escritor, gremialista y soñador. Soñaba con la chacra propia que nunca poseyó. Jamás pisó el boliche, trabajaba por un pedazo de tierra. Le gritaban loco, socialista, gallego. Tenía en su alma la resistencia de los idealistas, el delirio de los soñadores, la esperanza de los perdedores, el talento de los que nunca pudieron. Cierto día el Viejo Máximo le ofreció la tierra, el sueño estaba al alcance de su mano. Todo vendió: las mejores vacas de cría, los caballos, implementos agrícolas, hasta una medalla de oro que le había regalado la Federación Agraria.En una de esas tardecitas, se acercaron dos gitanas, en aquellos tiempos surcaban los campos tratando de llevarse todo a su paso. Don José‚ estaba con Olivia, sus pequeños hijos y el primo Dino. Olivia era italiana, llevaba la fuerza y el trabajo en la sangre. Las gitanas clamaban por un poco de agua. Ya en confianza, pidieron el billete más grande para hacer la prueba de la suerte. Dino deseoso de saber sobre el futuro, ante la negativa de Olivia, le prestó uno de diez. La gitana ladrona lo escondió entre su múltiple ropaje. Luego de un tiempo Dino, cansado de jugar a las adivinanzas, pidió el billete para irse. La gitana preguntó: ¿qué?, si no nos dieron más que agua. Se armó una gresca terrible, Dino fue hasta el gallinero, buscó huevos y empezó a tirar, cuando se le terminaron le pegó piñas, cabezazos y patadas hasta que no pudo más. Don José‚ y Olivia lo calmaron y les pidieron a las gitanas que se fueran. La más golpeada se levanto con la ayuda de su compañera y al pasar el guardapatio gritó maldigo esta casa y todas las generaciones que de aquí provengan. Las desgracias se instalaron en su vida. Fue a verlo al Viejo Máximo con los billetes uno sobre otro. Vaya sorpresa, le había vendido el campo a su sobrino Avelino. Una vez más el tiburón surgió y arrasó con furia. Llegaron las malas cosechas, las langostas, la viruela que se llevó a tres de sus pequeñas hijas. Olivia se iría para no volver. La inflación que se comió el dinero ahorrado. La tan temida pobreza. El desarraigo, la vejez y la soledad. Durante muchos años esperó la jubilación que demoraba y demoraba. Ya viejo y pobre perdió por única vez la esperanza y escribió lo que quedó en el recuerdo: Pasé‚ soledad, tristeza y amargas penas con dolor y frustración, Ya no espero nada ni a nadie. Se acuerdan de la jubilación. Compren, si algún día llegara, blanca mortaja para mi cajón.Como último designio de la maldición, dos días después de su muerte avisaron de la estafeta que había llegado la jubilación. Jubilación que efectivamente se utilizó para pagar los gastos del sepelio.