No se me hubiera ocurrido pensar en las profecías hasta que vi una película en la cual un chico de cuatro años no dejaba títere con cabeza y navegando por este un mar de historias lo recordé. Durante la época de estudiante trabajé en un comedor pelando papas y lavando platos. Pagaban poco pero por esos tiempos podía comer todos los días y dormir con la panza llena. Aquella tarde terminaba de lavar los últimos platos y la radio trasmitió la voz de una sacerdotisa pidiendo que le escribieran al programa. Que sea pato o gallareta, pensé. Quería preguntarle sobre mi destino y le pedí al Chongo, que trabajaba de cadete en el mercado, que me pasara la carta porque mi letra era ilegible El chongo, mal amigo si los hay, le contó al Pitoto, al Bachi y al José. Entre los cuatro le escribieron a Selenita por un lado y por el otro la llamaron por teléfono y le dieron letra. La mentada Pitonisa se enganchó a lo pescado y predijo que mi destino coincidía con el de Florcita. Florcita era la única hija soltera de Don Cayetano, que además de ser muy dulce, (supongo por los postres que comía), tenía la característica que la distancia entre los dos extremos de la cadera era muy parecida a la distancia entre la cabeza y el piso, vale decir convenía saltarla que darle una vuelta. Mis amigos (digo este calificativo porque aun no encontré otro más atinado), le contaron a Don Cayetano, quien intentado una discreción poco creíble pasaba a mi lado y murmuraba para que escuchara quien quisiera, en este muchacho está el futuro del comedor. Por supuesto que todos sabían, excepto lógicamente el Viejo, Florcita y Yo. Demás está decir cómo se reían. Rápidamente pasé de lavar copas a tender mesas, puesto muy buscado por los aprendices. El final estaba cerca y había muchos interesados en ver cómo sería. Máximo no tuvo mejor idea que aconsejarla y la gorda empezó a ahorrar para su ajuar, con lo que el viejo colaboraba generosamente. El Pituso Caleño todos los días inventaba algún horóscopo y lo leía en voz alta al paso de la heredera, El ratón Visconti me puso lápiz de carpintero, (porque tenía la mina gorda). Millones de apodos, historias y risotadas se disparaban a mi paso. Florcita, por supuesto vivía el momento con mucha intensidad, su consejero ocasional Sal fina Giménez (porque estaba en todos los asados) le predecía cuándo Yo finalmente le largaría definitivamente los galgos. Un día los hermanos, ante tanta conmoción, se dieron cuenta que todo era una falacia. Armaron tal escándalo que la mitad del personal casi queda en la calle. Yo, por supuesto, fui el primero en rajar después de que me llamó Don Cayetano y me dijo sé que todo es una mentira pero si usted está de acuerdo nos quedamos callados y le hacemos cumplir la profecía a La Florcita.
Con Afecto Héctor