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Opinión

El fin de la cuarentena

Para los rafaelinos  y rafaelinas ha terminado el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Mucho antes que las autoridades competentes así lo establezcan, la gran mayoría ya decidió que era hora de salir del confinamiento. 
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Imagen Ilustrativa. Fuente: Internet

Un total de 67 personas fueron aprehendidas las últimas 24 hs en la región por incumplir el aislamiento social dispuesto por el gobierno nacional. De ese total, 47 fueron solamente en Rafaela. 

La reglamentación del uso del barbijo casero ha significado, para muchos, el fin de la cuarentena. Lejos quedaron esas imágenes de una Rafaela desierta. Cumpliendo estoicamente un confinamiento del que no se tiene memoria y, para el cuál, nadie estaba preparado. Ni mental, ni económicamente.  

De las crisis se aprende algo. O al menos ese axioma siempre aparece cada vez que las cosas se complican. Ésta pandemia dejará como enseñanza una marca característica argentina: “A mi nadie me dice lo que tengo que hacer”. 

 

De nada sirvieron las imágenes devastadoras de los abarrotados hospitales y centros de salud italianos, españoles y estadounidenses; Los muertos en las calles de Guayaquil en Ecuador; Los abuelos y abuelas esperando la muerte en geriátricos contaminados; Las tumbas cavadas en un cementerio en Córdoba. La lista podría ser interminable, pero el punto es el mismo. El virus mata. Y mata en cantidad. 

 

Argentina, que se jacta de ser “el mejor país del mundo”, adoptó medidas que fueron reconocidas en el plano internacional como adecuadas y pertinentes para contener la curva de contagios en un nivel manejable desde el punto de vista sanitario. Sin embargo, la población, o parte de ella para no ser injustos, pareció no entender el mensaje. Largas colas para irse a la costa, salir a correr, sacar el perro a 20 cuadras de la casa, organizar fiestas clandestinas., etc. 

 

Rafaela, “la isla”, no fue ajena a la pandemia, no del virus, sino del gen argentino: “Nadie me dice lo que tengo que hacer”. Tal vez, el ejemplo más claro fue el que se vivió apenas hace unas horas. Cansado de la cuarentena, un infectado salió a comprar facturas. Y sólo nos enteramos de éste caso, al menos oficialmente. ¿Qué garantías hay de que otras personas, portadoras del virus y conociendo su situación, no decidieron continuar con su vida normal?

 

La ciudad no es la panacea. Con un sistema de salud demasiado precario, la conducción política, en un trabajo mancomunado de todos sus actores (municipio, concejales, partidos politicos, etc) han realizado un trabajo destacado para ampliar esas capacidades sanitarias. Obviamente, esperando nunca tener que  usarlas. Pero si se sigue por éste camino, el de creer que con solo un barbijo casero se está salvado y se tiene un salvoconducto para circular con normalidad por la calle, esos Centros de Aislamiento no serán suficientes.  

 

A modo de cierre, es importante remarcar la capacidad resiliente de las rafaelinas y rafaelinos. Y de la Argentina en general. Apostamos a una toma de conciencia generalizada de que la única vacuna que funciona contra el virus es el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio.

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