Varias son las cosas que, nos parece, debemos considerar a la hora de analizar los difíciles momentos que se viven cuando se realizan los sorteos por un lugar en las escuelas.
Desde un tiempo a esta parte se ha incrementado notablemente el índice de repitencia sobre todo en los primeros años de la escolaridad secundaria, en tal medida que el ministerio de Educación a través de un decreto determinó que todas las escuelas deben reabsorber a sus repitentes, medida esta que disminuye notablemente la cantidad de bancos disponibles para los ingresantes, ya que en general entre el 20 y el 25 % de esos bancos deben ser reservados para los alumnos que no pasan de año.
Este índice de repitencia amerita un análisis profundo en que es relevante mencionar que muchos de los alumnos que repiten toman esa decisión a mediados de año, en muchos casos acompañados por sus padres, que dicen livianamente “y bueno que repita y el año que viene lo haga mejor”. Esto genera varias situaciones, la primera ¿como alguien va a decidir repetir cuando falta medio año para finalizar el ciclo lectivo? fácil decisión, sin un mínimo de esfuerzo, pero incomprensible sobretodo teniendo en cuenta que en muchos casos los adultos responsables acompañan esta decisión. Entonces a partir de julio- agosto un número importante de alumnos dentro de las aulas ya no tienen nada que hacer en algunas materias, porque por decisión propia han determinado repetir o llevársela.
Esos alumnos al año siguiente deben tener una nueva oportunidad en la misma escuela y en muchos casos con el mismo resultado, vinculado a la falta de compromiso y a ese nunca “ponerse las pilas” como dicen ellos.
Hablamos de inclusión y compartimos plenamente eso pero ¿hasta que punto incluimos si coartamos la libertad de elegir la escuela secundaria a la que quieren concurrir nuestros adolescentes? Decimos “no al examen” por qué es propio de otras épocas y porque todos deben tener las mismas posibilidades, pero después a través del azar provocamos situaciones angustiosas en muchos alumnos con trayectorias escolares significativas que por un sorteo se quedan afuera de la escuela que eligieron.
Nos preguntamos ¿porqué no sortear lugares para los repitentes que oportunamente tuvieron su posibilidad de inclusión y la desperdiciaron? ¿Por qué no darle a los ingresantes esa posibilidad y que no tengan que ser ellos el factor de ajuste para que las escuelas puedan completar la matrícula, en la que en muchos casos quedan aulas de más de cuarenta alumnos?
¿Donde está el punto medio de esta compleja situación? Como hacer para lograr el compromiso de los alumnos y de las familias para que valoren la enorme posibilidad de estar en la escuela? por otro lado ¿cómo hacer una escuela atractiva para que alumnos y docentes disfruten de estar adentro de ellas y protagonicen un proceso de aprendizaje mutuo y significativo de ambas partes y para que el lunes sea el día esperado para volver a la escuela y no el día en el que nos pesa tener que estar dentro de las instituciones o para que no sea el lugar de donde quieren escaparse los docente y jubilarse lo antes posible para poder “disfrutar”, ¿tan difícil es encontrar el disfrute en esta noble actividad que la mayoría de ellos eligió? ¿Como lograr que cada uno acceda al lugar donde se sienta protagonista? y en ese protagonismo alcance sus objetivos y pueda continuar su trayectoria escolar de manera deseable, tal vez así pueda resolverse este cuello de botella en el que se encuentra inmersa la educación santafesina.