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Locales

La fábrica de crear delincuentes

El día que el pibe chorro caiga “en cana”, o muera en un enfrentamiento, se pondrá en funcionamiento un dispositivo que busca reemplazarlo. Vendrá otro a ocupar su lugar, otro del mismo status a llenar la vacante vacía.

Pensar que la inseguridad o el delito empieza y termina con el pibe chorro, es por lo menos una ingenuidad. El delito suele ser un sistema más complejo compuesto por una cadena o red bien organizada que involucra a mucha más gente de lo que uno cree y que por omisión o complicidad colaboran con la delincuencia. El pibe chorro, generalmente de estamento social bajo, sin formación, con una conflictividad familiar – social importante; es el último eslabón de la cadena. El que va al frente, el que va al choque, el que hace el trabajo sucio, el que menos se lleva de esa “cadena de valor” y el más fácil de reemplazar. Por una moto robada puede obtener unos pesos, pero quienes finalmente la vendan desguazada como repuesto pueden multiplicar las ganancias varias veces más. En el medio, puede haber otros intermediarios que también se llevan lo suyo. El día que el pibe chorro caiga “en cana”, o muera en un enfrentamiento, se pondrá en funcionamiento un dispositivo que busca reemplazarlo. Vendrá otro a ocupar su lugar, otro del mismo status a llenar la vacante vacía. Los que “vienen pidiendo pista”, acumulando prontuarios desde los 8, 10 o 12 años. A los que nadie atiende, mira, presta atención, hasta el día en que son un expediente en tribunales. Entonces ya es tarde. La fábrica funciona a la perfección: sale de funcionamiento uno y ya hay otro que ocupa su lugar. Pero la parte que sigue a esa cadena rara vez se desarticula, pocas veces se las condena socialmente, pocas veces se pide cárcel para quienes la integran. Ni siquiera se conoce quiénes son. Mientras nos sigan entreteniendo con pibes chorros quemados en la hoguera social y no podamos ver más allá, casi todo seguirá igual. El pibe chorro en la cárcel, sin dudas. Los demás, también. 

 

 

Julio Armando

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