Viernes antes de un feriado largo, 5 de la tarde y pisando los 30 grados. Falta sólo una semana para que terminen las clases. “Ella haga frío, calor, llueva, viene igual, no falta nunca”, dice la maestra mientras acomoda sus cosas en una de las aulas de la escuela Villa Podio y se pone delante de un ventilador tratando de sobrellevar el clima. Y agrega: “No la trae nadie, viene caminando con la nuera”. Luego de unos minutos de espera aparece, reluce en su cuello una importante medalla dada por el gobernador Bonfatti como alumna destacada 2015 y deja sobre la mesa su impecable cuaderno verde lleno de felicitaciones. Clara Iriarte Palmero tiene 85 años y está a punto de terminar 7º grado en la escuela de adultos “Libertador General San Martín” de Rafaela. Vive de toda la vida en barrio Villa Podio, cuando “todo era campo”, por eso asiste a una de las sedes que tiene la institución en ese sector. Se sienta en una de las mesas y comienza a contar su historia. Fue hasta tercer grado en la escuela Alberdi, hasta que su mamá le dijo que debía abandonar el colegio para dedicarse a trabajar en el tambo. Luego ya se casó a los 18 años y se dedicó a cuidar a sus hijos y a trabajar en otras tareas. Estuvo 55 años casada y hace 12 que enviudó. “Extrañé mucho a mi viejo”, dice con cierta voz quebrada y afirma que el estudio fue lo que la ayudó a superar ese momento. Tiene 5 hijos ( tres mujeres y dos varones) y 2 tataranietos; riéndose expresa que perdió la cuenta de cuántos nietos y bisnietos componen su familia. Estudia computación y dice tener ganas el año que viene empezar el secundario. Aunque sus hijos tienen miedo de que lo haga por la inseguridad. “Soy feliz viniendo a la escuela”, afirma Clara y ya piensa que el año próximo extrañará a sus compañeros y a su maestra.