Como no recordar a quien fue: creador y nacionalizador de los instrumentos básicos de un Estado industrialista y promotor, que en sólo nueve años de gobierno nacionalizó la empresa petrolífera YPF, los ferrocarriles, el comercio exterior y los depósitos bancarios, creando Agua y Energía Eléctrica, Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, ELMA. Líneas Marítimas del Estado, la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Centro Atómico Bariloche, haciendo particular hincapié en el desarrollo tecnológico como factor clave de la independencia económica. Creó también el CONICET y la Universidad Obrera, estableciendo la gratuidad de toda la enseñanza pública, construyó una inusitada cantidad de escuelas y llevó a cabo una auténtica revolución sanitaria.
A instancias de Evita se consiguió sancionar el voto femenino, con lo que nuestro sistema electoral fue por primera vez, realmente universal. Tomó antiguos reclamos sindicalistas, anarquistas y socialistas, así como leyes que no se llevaban a la práctica, y adaptándolas a los nuevos tiempos puso en marcha y en efectiva ejecución una formidable legislación social y laboral, dentro de la que cabe mencionar estatuto del peón, los derechos del trabajador, los derechos de la ancianidad, los convenios colectivos de trabajo, la ley de previsión social, la ley de accidentes de trabajo, la ley de vivienda obrera, el sueldo anual complementario, las escuelas sindicales, la ley de creación de la justicia del trabajo, los regímenes de jubilación, las reglamentaciones de las condiciones del trabajo y del descanso, las proveedurías sindicales. Pero tal vez el mayor aporte de su obra, la reforma más trascendente de la historia argentina en el siglo XX fue la Constitución de 1949, una de las primeras en adscribir al constitucionalismo social que concibe al ser humano no sólo como un poseedor de derechos individuales sino fundamentalmente como acreedor de derechos sociales cuya satisfacción debe garantizar ineludiblemente el Estado.
La avanzada Constitución de 1949, que sancionaba además la estratégica nacionalización del subsuelo argentino fue absurda e ilegalmente anulada mediante un decreto presidencial de un régimen de facto ante la algarabía de una constelación de fuerzas y dirigentes políticos superados por la historia. Las transformaciones producidas en tan sólo nueve años de gobiernos fueron tan significativas y de tal magnitud que, mientras fue principal obsesión de todos los gobiernos posteriores a 1955 anularlas y volverlas atrás, al mismo tiempo garantizaron, a pesar de las persecuciones y las campañas de silenciamiento y difamación, la vigencia tanto del movimiento peronista como de nuestro líder” Juan Domingo Perón”.
Por eso, desde el Ateneo Popular Arturo Jauretche, hoy lo recordamos como el mayor constructor de una nueva identidad basada en la promoción y la protección de derechos sociales, económicos, políticos y laborales, que a mediados del Siglo XX supo dejar un sello imborrable para la mayoría de los argentinos; derechos que pudimos ver reflejados en las medidas de desarrollo y crecimiento con inclusión, que fueron profundizadas por las gestiones presidenciales de los compañeros Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Hoy, en los tiempos que nos toca vivir, donde prima el desamparo y la insensibilidad de un gobierno que sólo mira los intereses de un sector privilegiado, no hacen más que reafirmar nuestra convicción de seguir sosteniendo sus tres banderas históricas: la Justicia Social, Independencia Económica y la Soberanía Política, con la premisa que él mismo nos inculcó ”la verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”.
ATENEO POPULAR ARTURO JAURETCHE