Toco el timbre y cuando se abre la puerta está ella, detrás de su gran sonrisa característica y su simpatía. Silvit Yori, nos abrió las puertas de su casa para contarnos de su carrera, su momento artístico, su visión sobre la escena rafaelina y el Festival de Teatro, entre otras cosas, en una charla que no tiene desperdicios.
Tu primer contacto con la actuación y con el teatro…
"Yo empecé actuando con danza en realidad, desde muy chiquita, dos años, porque la profesora vivía al lado de mi casa, me veía tomando la mamadera (esto me lo contó mi mamá), me agarraba de la mano y me llevaba y a los tres años estuve en mi primer festival sobre un escenario. Entonces desde allá creo que me enamoré de esa exposición, y de las tablas y de estar, y de ensayar algo y de tener un proyecto para mostrar, aunque no lo pienses así durante muchos años, que sea como más natural hacerlo.
Hice danzas hasta los doce o trece años, y paralelamente como iba a la escuela, actuar para mí en los actos era una fascinación… una fascinación con frustración, porque a mí siempre me tocaba ser de negra mazamorrera y yo quería ser "dama antigua" con peinetón y miriñaque y siempre tenía la cara enchastrada de corcho quemado!", relata con énfasis y entre risas. Eso sí, siempre me elegían, incluso en algunos actos de la escuela bailé, leí, dije poesía, todo lo que hacía que yo suba esos dos escalones me hacía feliz.
Estando en la escuela primaria yo vivía en un club y el club tenía un escenario, para mí el escenario era mi lugar de juego, jugaba a la casita arriba del escenario, y con mis amigas del barrio que eran dos chicas que vivían al lado de mi casa, una un año mayor que yo y la otra un año menor, lo cual encajaba perfecto, Silvia y Miriam, hacíamos obras de teatro, por supuesto pequeñas, siempre con algún actor invitado, porque necesitábamos un varón. Hacíamos la obra con merienda. Nuestros papás nos daban plata y comprábamos leche, cacao y una torta y después de la función venía la merienda, y en pleno verano como había mucha planta de limón por el barrio… limonada! Habré tenido diez, once años, cobrábamos entrada (suponte hoy $ 2) que era para devolver lo que nos habían dado para comprar las cosas para la merienda. O sea que ya había rasgos de producción y autogestión. El vestuario era nuestro, la escenografía eran cajas. Lamento que no haya ni una foto de eso.
Toda la época del secundario, que fue justo entre el setenta y ocho y el ochenta y dos, fue una época de quietud en todos los órdenes artísticos, por lo menos en lo que a mí me tocaba vivir, me acuerdo que una vez fue como un hito ir con la escuela secundaria a ver una muestra de un artista plástico en la sociedad italiana, lo que hoy es el Centro Cultural Municipal y había sido todo un evento.
Es imposible que no se escape una sonrisa al escuchar este relato, contado por ella de una manera tan histriónica.
¿Y que pasó después…?
"Cuando terminé el secundario inmediatamente empecé a trabajar en una metalúrgica como empleada administrativa, y trabajaba diez horas por día, con lo cual no pensaba en ninguna otra cosa que no fuera el trabajo, después me casé y después (entre el 92 y 94) empecé a ir a una agencia de publicidad que es donde trabajaba Chelo (Marcelo Allasino).
Ahí me entero que estaba por estrenar una obra, si bien yo tenía siempre ganas de hacer teatro, por una cosa o por otra no se daba. Bueno, voy al estreno y le doy una mano con la boletería. Y ahí dije de esto, no me voy más! A mediados de año empecé en el taller de él, a fin de año presentamos una obra y a partir de ahí prácticamente todos los años hicimos una obra, que si no era de La Máscara era de punto t, en alguna estaba involucrada como actriz, en otras como asistente de dirección. Después me tocó hacer con punto t "la brusarola", que fue la última obra que hice con el grupo antes de irme a Buenos Aires y paralelamente estrené Silvit rompió bolsa que fue mi unipersonal. Después de eso, me fui a Bs As siete años".
¿Qué hiciste en Buenos Aires?
"Hice tele, cine, cortometraje, largometraje, mediometraje, teatro comercial, teatro independiente, teatro con directores que necesitaban hacer una obra para presentar su trabajo final de carrera, cortos con chicos que estudiaban cine, hice publicidad, radio, hice de todo, hice eventos también. Lo que me llamaban para hacer yo hacía, y de todo aprendía siempre un montón".
Hoy ¿cómo definirías esta relación con el teatro?
"El teatro para mi es parte insoslayable de mi vida, yo no podría vivir sin el teatro, de hecho me pasó cuando volví que estuve un tiempo sin hacer nada y no era yo. A mí para lo que me llamen yo estoy, siempre. No podría no ser actriz. Creo que estuvo bien que elegí esto.
¿Cómo ves el FTR desde sus comienzos hasta hoy?
"No te puedo decir que creció porque desde el minuto uno hubo un apoyo desde los organismos oficiales que están comprometidos, y desde la gente…la gente se apropió del festival. La gente lo espera y creo que lo que tuvo de bueno es que desde el primer minuto se instaló, la gente lo apoyó, la Municipalidad lo gestionó. Con respecto a las obras que vienen pueden gustarte o no, pero si hay algo que define al festival es que trae variedad, tratan de traer lo que se está viendo ahora, las tendencias, el lenguaje, independientemente del gusto de cada uno".
¿Cómo ves el teatro rafaelino?
"En general siento que no hay demasiada producción, que la gente no apoya tanto las producciones locales. Si el 50% o el 40% de la gente que se moviliza durante el festival apoyara las producciones locales, la gente que hace teatro acá no sentiría que es una remada tan grande. Otra cosa que veo es que faltan espacios de ensayo, si bien están funcionando lugares nuevos alternativos, faltaría algo más accesible. Sí, me parece que Rafaela tiene que tener la comedia municipal, ¡somos capital provincial del teatro! También siento que hay muchos actores… y directores. Hay poco director de teatro tal vez. De hecho hay elencos que traen a directores de afuera y está perfecto, pero qué bueno sería que haya más directores. Que se animen, se formen y trabajen trabajen y trabajen".