En un pueblo con escasos héroes y demasiados misterios humanos, citar la influencia de los mitos urbanos es casi una obligación, aunque con un poco de esfuerzo, hasta tenemos para escribir un modesto artículo. Éste.
Hace algunos días, y en estas mismas páginas, el prestigioso profesional de la ingeniería Marco Boidi, daba por tierra de una manera terminante y científicamente sustentada, el asunto ese de los mitos de los túneles urbanos en la ciudad. En ese sentido, es menester afirmar que la afirmación no carece de lógica ni fundamento, pero abre las puertas para algunas respetuosas consideraciones.
Quien esto firma ha sido testigo directo de varios incidentes en el rubro, todos con rigurosa asistencia al lugar de los hechos. Dos de ellos, absolutamente permeables a cualquier delirio, pero el tercero, el tercero...
Sobre los espacios subterráneos de las Almacenes Ripamonti, ya se han referido con criterio profesionales de la historia y es dable aceptar (porque estuvimos) que más allá de cualquier acertijo, no eran otra cosa que instalaciones de uso de la firma comercial, en un tiempo un emporio con productos de toda clase.
El segundo caso fue en las instalaciones de la ex River Plate Dairy Co. La fábrica de manteca que funcionaba en lo que es hoy la prolongación de avenida Brasil y Las Colonias y que fue dinamitada por orden de sus dueños ingleses cuando se fueron del país. Pues bien, esa fábrica (de la cual sólo queda la gerencia y la residencia del responsables de entonces) generaba su propia energía en una usina que se ubicaba donde está actualmente la escuela “Languier”; al sur de la misma se encontraba (está aún?) la pileta que contenía el agua que refrigeraba la planta y que se utilizaba para la empresa. Para dejarlo en claro, la usina debajo de la misma planta de producción.
Aquí recorrimos hace unos años, allá por 1990, un túnel de dimensiones importantes que permitían el paso de una persona agachada, pero la construcción – que se dirigía hacia el este, donde estaban los galpones que luego pasaron a ser sede de una granja avícola; a pocos metros y paralelo a la calle Montes de Oca (en ese tiempo, inexistente)- se terminaba abruptamente, y nadie supo dar nunca un explicación contundente del caso, salvo ratones y arácnidos que no quisieron hacer declaraciones. El tiempo se ha llevado todo.Ahora bien, volviendo al mito y a las historias de la ciudad, se podría sintetizar así: había (dicen, pero no se sabe con qué fundamento) toda una red de túneles que se iniciaban en lo que es el supermercado de Yrigoyen y Rivadavia, que venían desde un lugar poco santo (¿?) desde el sur, que se juntaban con otro que habría salido de la casa de Guillermo Lehmann , en Rivadavia y Colón, antes Escuela de la Plaza y antes Fioramonti y antes… el lugar que el fundador/formador -todo un tema, eh?- había elegido para su casa que nunca construyó ya que murió en 1886. De allí, siempre a decir de los chismes que nunca tuvieron autor – ni asidero- seguía por calle Belgrano, recibía otros ramales de calle 9 de Julio (desde el sur), de la Casa Ripamonti y continuaba hasta Belgrano al 500, donde doblaba (SIC) hacia el norte, para terminar (en línea recta?) en la casona de calle Sarmiento, hoy frente al Museo de la Fotografía. Punto para el cuento. Lo único que se pudo agregar a este teoría, tan loca como local, son sendos derrumbes por el paso de las cloacas (o cimentaciones muy posteriores), a la altura de Casa Coppetti o Perfumería Oliveras, sitios tan conocidos que no hace falta abundar en una identificación urbana más profunda.
Superado el segmento de ficción, vayamos a un hecho real que tuvo como testigos a varios periodistas de la ciudad, algunos de los cuales – que me dejarían mentir- ya no están.
En lo que era el último suspiro de la antigua Sociedad Anónima de Consumos, o sea la Cooperación, habían aparecido dos sótanos; uno de dimensiones importantes, aunque derruido, en las cercanías de la esquina de Yrigoyen y Vélez Sarsfield, y el otro, en el acceso de calle Rivadavia, más precisamente debajo de la segunda columna (desde la entrada), de hierro, que aún están en la zona de cajas del actual supermercado. Esto fue muy a principios de los años ochenta, se detalla.
El sitio, al cual accedimos con colegas –se dijo- y empleados, era una habitación cuadrada de cinco metros por cinco, con una escalera de ladrillos que bajaba desde el sur hacia el cardinal norte y que mostraba a la columna citada y a dos aberturas, amplias y altas, tabicadas con ladrillos. El autor memora que el albañil que colocó las columnas, un hombre ya grande, dejó en claro que cuando se hizo ese trabajo, el sótano ya estaba en las mismas condiciones, allá por los años cuarenta o antes, aunque no recordaba debido a su avanzada edad.
Como dato anecdótico, podemos decir que una de las aberturas ahora obstruidas, se ubicaba al este y la otra al sur, perpendicular a la escalera de acceso, todo ello con una mano de obra muy prolija, y lejos de la línea externa de la construcción.
Imbuido por las inconscientes energías de la juventud y el fervor del periodista osado, quien esto escribe y sus veintipico de años, quisieron ir más lejos y contactaron a un par de ingenieros de la Universidad para tratar de ver de qué materiales se trataba. Sin embargo, el mundo siempre es igual con los audaces y cuando se intentó avanzar sobre el caso, llegó la orden, se tapó el sótano/túnel y el caso se mandó al archivo como el arca de Indiana Jones.
Pero todo tiene vuelta en la vida. Y le seguimos sacando el jugo, aunque admitiendo – con pesar- que se haría necesarios encontrar un par de túneles más para solventar estas historias que tiene más versiones que hechos concretos. El tiempo y la piqueta han hecho de las suyas y Steven Spielberg aún no se enteró.
Espacios, logros y hallazgos
Como somos conscientes que la historia y el buen humor, pueden ir de la mano, hemos de recordar a nuestros lectores fieles algunos objetos encontrados en sitios emblemáticos de la comunidad donde, curiosamente, los ámbitos deportivos y /o artísticos tienen preeminencia. A saber:
• Túnel de Sportivo Norte (vestuarios de calle Jaime Ferré, hoy clausurado): una camiseta número 4 del “Tanque” Moreyra (manga larga) y un diploma de la Sociedad Rural por la actuación de la “Chancha” (Lheritier), la “Vaca” (Mercado) y el “Toro” (Valiente).
• Túnel de Ferro (viejos, hoy clausurados): una canillera de “Chumisky” Cerda y una camiseta de tela con botones utilizada por el “Tolo” Gallego el día que se probó. También la única tarjeta amarilla de Carlitos Pandolfi (por demorar, según el árbitro Ángel Burgos).
• Túnel de Aranjuez (clausurado, hoy bodega): botellas con música seleccionada por el inolvidable “Indio” Solari de los setenta y ochenta.
• Túnel del Cine Avenida (clausurado, comunicaba el salón de lustrado con los camarines): dos actores de la compañía de Alfonso Amigo (en perfecto estado de conservación) y tres parroquianos del Bar “La Gloria”, se cree, en fuga por causas desconocidas.
• Sótano de la Caja Armónica de la Plaza 25 (en uso): sombrero de Vito Leone (se duda de su autenticidad, puede haber sido de la “Chancha” Coutaz, el comisario para los amigos o el doctor para los de confianza.
• Sótano del escenario del Club Estudiantes (clausurado): elementos de trabajo del mago “Sandokán” (Artículo de colección, oportunidad para adictos).
• Sótano del escenario de Club Boca Juniors (¿): maxifalda autografiada de Susana Giménez (el día que actuó allí) y diploma de Boca (de Baires) donado por Alberto J. Armando (parece que a “Pichón” no le hizo gracia).
• Sótano del Club Independiente (¿): la historia de la música de la ciudad en un baúl, dos orquestas típicas (buen estado), un casete de “Soda Stéreo” y foto de la primera comunión del ”Petiso” Pautasso (¡Con razón es tan buen tipo!)
• Sótano del escenario del Club Quilmes (resiste con gloria al tiempo): una foto de Eduardo Franco (cantor de “Los Iracundos”), dos pomos con agua de dudosa calidad para carnaval, un Fiat 600 con papeles al día (sorteado en 1972 que nunca retiraron) y toneladas de nostalgia.
• Sótano del escenario del Club 9 de Julio: (en reparación) calcos que dicen “La Bailoteka”, dos discos vinilo de 45 RPN para los playback de Roberto Vicario y hielo (conservado en una heladerita de la Heladería San Martín) que le tiraron a “Sandro y los de Fuego” en 1963, aunque sin certificado de autenticidad.
• Túnel del Club Atlético (el original, debajo de la platea): foto del “sombrerito” de Irineo “Queirolo” López al “Comisario” Colman, la camiseta con los colores de Chacarita utilizada en un (1) partido ante Sportivo en 1974 y un buzo amarillo del “Juanchi” Querini. (todo autenticado por Julio Litvak, uno de esos tipos que cualquier club del mundo quisiera tener!!!)
• Túnel del Club Ben Hur (el viejo, el primero): Boina del “Pelado” Carlos Veronesse y gorra con visera extra de “Pepitito” Micheli.
• Vestuarios del Club Peñarol (los viejos): gorra del “Tordo” Bolcatto (arquerazo), camisetas de Colón del “Chaqueño” Zimermann; de Newells de Jorge Remigio Pautasso, y otra con la “V” en pecho y espalda de “Cacho” Pérez.
• Túnel del tiempo: sin datos.
N. del autor: gracias a mi pueblo por prestarme sus historias.