Opinión

“Soy distraído…”

En las últimas décadas ser distraído se transformó en un tema más de debate en los ámbitos educativos. La problemática atraviesa a toda la sociedad, por una razón simple, el núcleo de la misma, la familia, es víctima del problema.
Parece comenzar el relato de un drama, pero no es así. Lo que lo transforma en drama es el cúmulo de información que circula entre todos los protagonistas de la vida del niño. Padres, docentes, profesionales, autoridades educativas, medios de comunicación, y por supuesto, los infaltables “opinólogos” de turno, esos que cuando llega el mundial son directores técnicos, saben de política, religión, cocina, de la vida de Juan, Pedro, y porqué no también del déficit de atención. Estimados lectores, hablemos con seriedad.
Distraerse es un estado por el que se pasa en algún momento del día, sin que esto implique trastorno médico alguno. Podríamos decir, que en realidad, en ese momento estamos “concentrados en otra cosa”. Ya recuerdo mi profesora de contabilidad diciéndome: “aterrice Sakr!”. También recuerdo a mi compañero de banco, Darío, que no enganchaba nada de contabilidad, en esa hora cualquier mosca era más interesante que un asiento contable.
Estar distraído, puede ser motivo de muchas situaciones que nos afectan, tanto en lo conductual y emocional, como en lo cognitivo. ¿En lo qué?, COGNITIVO. El adecuado funcionamiento del sistema nervioso, depende de la integración de diferentes áreas del mismo. Esto nos permite percibir lo que vemos, escuchamos y sentimos, organizarlo y planificarlo, guardarlo en la memoria, ejecutar una decisión y monitorizarla. Claro que para que esta información llegue, una de las puertas que debe abrirse es la FUNCIÓN ATENCIONAL, debemos “estar atentos”.
La atención es una función que ejerce la parte más anterior del cerebro, llamada área “prefrontal”, en conexión con otras. Se ponen en actividad neuronas, conectadas entre si por transmisores y receptores, todos armados según un programa que heredamos.
Como todos sabemos, al nacer heredamos características de nuestros padres o abuelos. Estatura, color del pelo, etc. Les cuento que lo que se hereda, no solo es lo que se ve. Todo lo que somos orgánicamente, aún el sistema nervioso, sus conexiones, y su “forma de funcionar”, vienen en el mismo paquete. ¿Acaso no tenemos la memoria de mamá?, ¿las habilidades manuales del abuelo?, sin olvidar el mismo mal genio de la tía Irene!. Si, es cierto, todas estas características las heredamos con los genes de nuestra familia. Luego de nacer el contexto familiar, social, cultural, modelan nuestro carácter y nuestra personalidad a través del vínculo.
Queda claro que, padecer problemas de atención, es el resultado de muchas causas posibles, digamos, psíquicas (distracción simple influenciada por un estado de ánimo), u orgánica. Como soy neuropediatra explicaré las segundas. Podemos decir que orgánicamente podemos tener déficit atencional “primario”, porque heredamos tener menor habilidad para esto (Trastorno por déficit de Atención), o que secundariamente padecemos de una enfermedad evolutiva o no, que compromete el normal funcionamiento de las áreas relacionadas para tal fin. Son muchas las enfermedades que pueden asociarse con

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