Locales

Nadie es Nisman

Lo mataron. Se suicidó. Lo suicidaron. Fue el gobierno. Fue la SIDE. Fue la CIA. Fue Irán. Fue el Mossad. Sabía demasiado. No sabía nada.
De la noche a la mañana todos nos convertimos en detectives y criminólogos. Compartimos nuestras hipótesis con los compañeros de oficina o con nuestros vecinos en la cola del almacén. Casi como jugar al Clue, pero con vidas (y muertes) reales.
La muerte deja de ser un suceso trágico para convertirse en el nuevo tema de los programas de chimentos. El mismo que te trae los últimos rumores sobre las internas entre los actores de la temporada en Carlos Paz es el que, con la cara más seria, te cuenta los últimos detalles sobre la investigación policial. Todo eso mientras compartimos el almuerzo con nuestra familia y, de paso, volvemos a compartir nuestras hipótesis del caso.
“Yo soy Nisman” se indignan algunos. O “Je suis Nisman” se anima algún otro más francófilo. Pero no. La verdad es que ninguno de todos nosotros es Nisman. Ninguno sabe qué fue lo que sucedió en ese momento. Aun cuando la justicia nos de todos los detalles que necesitamos para seguir adelante con nuestras vidas, no seremos capaces de siquiera imaginarnos qué fue lo que pasó por su cabeza en ese momento. ¿Amenazas? ¿Presiones? ¿Cuestiones personales que ni nos imaginamos porque no le “pegan” a nadie?
Comienza la utilización política del caso. Como si no fuese suficiente con convertirla en un show, la vida y la muerte humana vuelven a rebajarse hasta transformarse en herramientas para “pegar” políticamente. Como si estuviésemos hablando del índice de inflación. Cada cual trata de “llevar agua para su molino” y en vez de formar nuestras opiniones en base a los hechos, los interpretamos de tal forma que confirmen nuestras opiniones. Se empiezan a convocar marchas opositoras para manifestarse en contra… ¿en contra de qué?
En su versión local, tuvimos la marcha convocada por un frente político, en la que los reclamos por el esclarecimiento de la muerte se mezclaron con consignas contra la corrupción y la inseguridad, en el más evidente intento de “embarrar la cancha”. Y sí, la palabra “cancha” no es casual. Porque ahora la muerte se convirtió en un partido de fútbol. Hay bandos “a favor” y “en contra”. ¿“A favor” y “en contra” de qué?
A todo esto, Nisman quedó en el olvido. Se convirtió en un nuevo motivo de discusión política, sin que a nadie le interese saber la verdad.
Esperamos que su muerte se esclarezca. La de los 85 muertos en la AMIA, también.
 

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