Opinión

Inseguridad: ¿Qué nos pasa Rafaela?

Una ciudad alguna vez colmada de su característico folklore de pueblo grande: sillones en la vereda, los mates en puerta, las caminatas por nuestros patrimonios, los niños jugando en la calle, las noches de verano con el televisor en la puerta, las caminatas nocturnas, y otras tantas costumbres tan nuestras como argentinos, que tristemente han debido de abandonarse casi por completo.

Al decir verdad, la vida nocturna de la ciudad nunca ha sido demasiado frondosa, un pueblo grande con costumbres piamontesas en su mayoría, con una sólida cultura de trabajo, habría de ser la razón de bajar persianas al caer el sol, y reponer energías para el día siguiente.
Hoy ya no es aquella cultura del trabajo, las que nos obliga a abandonar las calles conforme cae el sol sino, más bien, diría que es la cultura de la supervivencia.
Y a riesgo de sonar dramático, creo que sobrevivir es lo que intentamos día tras día. La inseguridad nos golpea duro, como nunca y, queramos o no, nos cambia. Cambia nuestros credos, nuestras percepciones, nuestra óptica, juicios, prejuicios y costumbres, en fin, nuestro estilo de vida todo. Nuestras calles ya no son seguras, nuestros hogares ya no lo son, nuestras vidas han cambiado. 
Lo cierto, es que ya no estamos seguros, y aunque esté expresando nada nuevo, siempre es triste recordarlo. Tememos salir de nuestras casas, tememos defendernos, tememos volver a casa, permanecer en ella, detenernos en un semáforo, ir a trabajar o estudiar. Y, como si fuera poco, al sufrir un hecho de inseguridad, resignados, solo nos resta mirar al cielo y agradecer ¡que pudo ser peor! Como si aquello otorgara algún magro consuelo.
Convivimos con el sabor amargo de sentirnos presos o fugitivos, encerrados en nuestras casas o paranoicos al transitar nuestras calles. No hace falta decir, que no deberíamos de ser nosotros, los ciudadanos de buenas costumbres, quienes debiéramos sentirlo así.
¿Y qué nos ha pasado? tal vez nada, un corolario resultante del proceso evolutivo de haber crecido como ciudad, o tal vez todo, una carcajada de algún sarcástico proceso un involutivo que nos deja a los ciudadanos en el último lugar de la fila de las prioridades.
Recuerdo aquel experimento en donde se colocaba una rana viva en un recipiente con agua, al cual se lo calentaba poco a poco, esperando a que el anfibio salte, se mueva o huya del recipiente. Sin embargo, esto no ocurre, ya que, gracias a la gradualidad, el animal terminaba hirviéndose en su propio caldo. Pereciendo. 
Seguramente algo de eso hay, la gradualidad con la que la "seguridad" nos ha ido abandonando, nos ha convertido en aquel anfibio, quemándonos con las aguas de la inseguridad. Sin embargo, nosotros si podemos elegir cuando saltar del fuego, o el tiempo nos matará también. Pues la resignación que sentimos y la forzada naturalización de los hechos más dolorosos hijos del delito, nos han colocado donde estamos, en una Rafaela que desconocemos, y que evidentemente nos desconoce.
Evitemos ahogarnos en grietas, dejando de lado las gestiones anteriores y las culpabilidades de los cuerpos superiores, en pos de buscar soluciones. No es justo que un pueblo que se ha constituido en base al trabajo, al amor y a las sanas costumbres, se vea empujado cada vez más a las barrancas del miedo. 
Debemos de exigir seguridad, buscando la concordia en las discusiones, manifestarnos, hacernos escuchar pacífica pero enérgicamente, pues hoy, la prevención no alcanza, y las promesas no nos devuelven la tranquilidad, ni mucho menos a los seres queridos que ya no están. Reencontremos a la Rafaela que perdimos, aquella en la que anhelamos volver vivir seguros, y no meramente sobrevivir. Fuerza Rafaela!

#FuerzaRafaela #NoMasMiedo

Adrian Gonzalez
DNI 29.379.116

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