Dentro de los hechos de inseguridad que a diario se producen en Rafaela, puede decirse que "hay robos y robos". Robos de un tipo y robos de otro tipo: unos, cometidos aprovechando algún descuido, una situación fortuita que el delincuente aprovecha porque se le presentó la ocasión favorable en el momento; u otros, más planificados, contando con algún conocimiento previo, e incluso apelando a algún "recurso" extra, como puede ser el escalamiento de un pared, el forzamiento de alguna abertura o cuestiones de esa naturaleza.
Lo que sucedió este lunes en el barrio 9 de Julio es una modalidad ya conocida. Se trata del "escruche", la palabra que define, en la jerga policial, al robo que se comete cuando hay un ingreso forzado a un domicilio en el cual está ausente su morador habitual. Se trata de un delito muy en boga en Rafaela en los últimos meses, y que genera esa sensación que tiene el ciudadano de que cuando sale de su casa y ésta queda sin ocupantes, no debe descartar ninguna sorpresa desagradable cuando regrese.
El mal momento en este caso le tocó ser sufrido a un hombre que vive en un domicilio de 3 de Febrero al 400, muy cerca de la cortada Alberdi. Se trata de un departamento pequeño, con galería y un espacio para guardar herramientas que el morador dispone para su trabajo diario, ya que se dedica a hacer trabajos de mantenimiento general en casas y comercios: plomería, electricidad, pintura y otros arreglos. En la mañana de este lunes fue a cumplir con algunos trabajos que tenía agendados y al regresar a buscar algunas herramientas que le hacían falta, se encontró con que la puerta de acceso a su casa estaba forzada.

Se trata de una pesada puerta de hierro con dos fuertes cerraduras, que resguardan el acceso, que está configurado por una pared de cerca de tres metros de altura y esa única puerta. A tal punto estaba forzada la abertura que el hombre tuvo que pedir permiso a una vecina y utilizar una escalera para ingresar a su propia casa, dado que la puerta se encontraba completamente trabada. Al ingresar, comprobó lo que había dejado la incursión de los delincuentes: un gran desorden en el interior del dormitorio, el faltante de un rotomartillo -una herramienta que cuesta cerca de 700 mil pesos-; un compresor portátil (flamante, recién adquirido) que cuesta cerca de 300 mil pesos; una mochila con elementos para reparar instalaciones eléctricas y una suma de dinero cercana al medio millón de pesos, que correspondía a un trabajo que había cobrado durante el fin de semana.
La misma víctima había sufrido semanas antes el robo de la rueda auxiliar de su auto -en la misma zona del barrio 9 de Julio- y sospecha que en las últimas horas también ingresaron al interior del coche, ya que notó algunos detalles visiblemente cambiados y que son partes del auto que habitualmente no toca. Pero no es el único que en el mismo sector ha sufrido hechos delictivos, ya que en esa parte del barrio 9 de Julio también se han producido otros episodios de intrusiones a viviendas.