Agroindustria

Esto a Dylan no le pasa

Saliendo del feriado y a través de las redes sociales, se conoció el caso de un perrito que llegó a nuestro país, escapando de la guerra y se salvó de ser deportado o sacrificado.

Franco Gavidia, es jugador de handball vive en Hungría, cerca de la frontera con Ucrania y luego de mucho tiempo de tensiones, ese país declaró la emergencia ante la continuidad del conflicto que Rusia le planteó a los ucranianos y fue por eso que se aceleró el regreso del cordobés a su patria.
Coco es la mascota de la familia, un perro sin raza, que forma parte de la familia y tiene el derecho de reencontrarse con la esposa de Franco y su hija y seguir la vida acá.
En la aceleración de la salida de Hungría, Gavidia no advirtió que la vacuna antirrábica estaba vencida por ocho días y que no contaba con una autorización de un veterinario de ese país donde conste el estado de salud para poder viajar.
El trayecto contó con una escala en Bogotá y al llegar a la Argentina comenzó una odisea de dos días, hasta que Coco logró una respuesta racional ante su situación.
A través de un comunicado el Servicio Nacional de Sanidad Animal había salido a exponer el caso, su irregularidad y la decisión de deportar al perro, a Colombia donde no tiene familia, a Hungría, para completar sus papeles, e incluso le sugirieron al dueño que las opciones en estos casos son también las del sacrificio.
Las redes sociales hicieron su aporte con la difusión, los medios tradicionales de comunicación se sumaron y también hubo periodistas que comenzaron a quejarse de manera directa con funcionarios para que la razón prime en una cuestión de emergencia.
Aunque una de las soluciones era devolverlo a Europa, porque en España un familiar podría recibirlo y cumplir con los requisitos argentinos, finalmente el jueves por la tarde y ante la falta de palabras de Diana Guillén sobre el tema, el Senasa decidió lo más coherente, vacunar contra la rabia al perro y dejarlo en cuarentena durante diez días. Mientras tanto su dueño fue tratado “como un delincuente”, según contó en las últimas horas, a pesar de ofrecer costear la atención veterinaria requerida y el alojamiento durante la cuarentena.
Si bien va a pasar tiempo hasta reencontrarse con su familia, lo bueno es que lo podrá hacer.
Lo triste es que en la Argentina donde la mayoría de las cosas no funciona como corresponde, ni se cumple la Ley, ni las reglas, cuestionó a una mascota que viene de Europa, donde en nigún país se encuentran perros callejeros, pero mucho menos mascotas sueltas, porque todos deben circular con correa, los peligrosos con bozal; y todos los dueños son responsables de las heces de sus adoptados.
Mirando a Rafaela
Para muchos puede que un perro no tenga relevancia, pero es una muestra más de las malas decisiones que se toman en este país, de la desorientación que tienen todos a la hora de resolver problemas, pequeños o grandes, burocráticos o emocionales.
Coco nos mostró a todos que nuestro sistema se pone rígido en cuestiones menores y deja pasar barbaridades todo el tiempo.
No vale la pena recordar los desatinos de la pandemia, si por cuestiones de salud pública hacemos memoria, pero si podemos hacer un breve resumen de la falta de políticas aplicadas a la salud animal que todos los días vemos. Dejando al perro presidencial de lado, que jamás perdió las clases con su entrenador, ni en los momentos más crueles del aislamiento y encierro, vale la pena recorrer lo que pasa todos los días, sobre todo con los perros, los que pasan sus días en la calle, tengan dueño o no.
Si bien en Buenos Aires ya no se ven con asiduidad, el país es grande y se puede dar fe que los animales en la calle son parte del panorama en Argentina. Los animales sueltos, sin control, son parte del subdesarrollo aunque cueste leerlo.
Los estados han dejado de sacrificar y de acumular animales en perreras, pero las estrategias de castración, de vacunación, e incluso del cumplimiento de la tenencia responsable no tienen impacto.
En particular, en Rafaela no hay castraciones compulsivas de animales que están sueltos, tampoco hay vacunaciones de esa manera. Deben seguir siendo los dueños quienes acerquen a sus mascotas al quirófano móvil o en un mejor caso a su veterinario de confianza.
Al momento de detectar un animal sin el cuidado adecuado por parte de sus dueños, que pueden ir desde maltrato hasta desatención absoluta, nadie se hace cargo de las situaciones para exigir que los derechos de estos seres sintientes se cumplan.
Es cotidiano el nacimiento de cachorros que deben peregrinar por familias, mucho más de animales adultos abandonados, es un problema muy local que no se resuelve nunca.
Hubo un momento en la gestión en el que estuvo de moda hablar políticamente de los perros en la calle, pero eso pasó sin mucho interés por el Municipio y ahora habrá que esperar el resultado de un espacio de atención gratuita para mascotas.
No existe un criterio de educación para quienes tienen mascotas, sigue habiendo un comercio enorme con animales de raza y sobre quienes adoptan son las proteccionistas las que más hacen en el tema.
Gatos, perros, lo que más le guste, debe tenerlo usted en su casa. Al perro no le gusta salir a pasear sólo si usted no se lo enseña, por lo tanto, debe estar siempre del lado de adentro de la puerta y para salir contar con collar y correa, como para empezar.
Se debe ser consciente que por unos diez o 15 años será la mascota una responsabilidad constante y que requiere de tiempo, afecto, pero también de fondos para su mantenimiento, en cuanto a la alimentación, pero también la atención de su salud.
El riesgo de los animales deambulando no sólo es para ellos, sino que lo es también para las personas. Para quienes caminan y pueden ser mordidos o asustados, para quienes se trasladan en vehículos y sufren incidentes a causa de eso.
Hemos tenido casos trágicos en la ciudad con perros potencialmente peligrosos que demuestran esa condición, atacan y hieren de gravedad. Para ello hay una ordenanza vigente, que nadie cumple con correa y bozal, pero tampoco nadie la hace cumplir, ni la controla.
El ejemplo de Coco nos puso a pensar.
Está mal no tener los papeles en regla para viajar, pero fue una emergencia y una cuestión que podía resolverse sin especular con la existencia misma de la mascota.
Lo que nos cabe es pensar si todos los perros en la Argentina, en la provincia o la ciudad, tienen su situación sanitaria en regla.

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