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De RAFAELA NOTICIAS a Colapinto: ¡Apuntale al árbol, Franco!

Franco Colapinto y un històrico debut en la F.1

Este fin de semana, luego de 23 años de "sequía", la bandera argentina está presente nuevamente en los boxes -el "paddock", como le gusta decir a la cátedra- de la Fórmula Uno. La gran historia la protagoniza un pibe que no había nacido todavía cuando el último argentino, Gastón Mazzacane, se sentó en los mandos de un Prost de color azul, de lo peorcito de la grilla, para representar por última vez a la Argentina en la categoría más importante del mundo. Ahora, cuando Franco Colapinto se siente en el Williams para girar en Monza, se juntarán, otra vez, los sueños y la leyenda. Y algo de eso contará esta historia, narrada desde la pasión de un aficionado.

Los Juan Manuel de Balcarce

Hacía dos años que Juan Manuel Fangio había colgado el casco. Cinco campeonatos mundiales ya lo habían convertido en leyenda. Era el gran hombre del automovilismo mundial, la figura indiscutible. El "GOAT" , dirían los chicos de ahora. En la Argentina, país de ansiosos insaciables, ya buscaban al heredero, al que tomara la posta. Para ese entonces, 1959, Carlos Reutemann ni siquiera había conocido a los Grossi y recién salía de las aulas de Manucho. En el automovilismo vernáculo las estrellas que brillaban en el firmamento eran unos hermanos de apellidos Gálvez, unos gringos de Olavarría conocidos como los Emiliozzi y ciertos apellidos ilustres que mezclaban aristocracia con fierros: Rodolfo "Rolo" de Álzaga y Charly Menditeguy, aquél que ordenó a Linares, su copiloto, que prendiera fuego el auto cuando éste lo dejó de a pie a metros de consumar su triunfo en un Gran Premio de TC, haciendo célebre una frase: "quémelo, Linares, quémelo".
A esta última categoría, los que despuntaban el vicio de las carreras y sus ajetreos de play boys de bolsillos llenos, asomaba un pibe educado en Recoleta pero con raíces en las estancias de Balcarce: Juan Manuel Bordeu. Coterráneo del Quíntuple, pero absoluto desconocido para el prócer. El pibe tenía un sueño: correr como Fangio. Y llegar lejos. A la Fórmula Uno.
Bordeu conoció a Fangio personalmente en una parada a medio camino entre Balcarce y Buenos Aires. Los presentó un amigo en común, que en ese momento estaba con Fangio en medio de un viaje. Nació en ese contacto casual una relación que convirtió a Bordeu en un privilegiado: ahijado deportivo de Juan Manuel Fangio.

La llave de todas las puertas

Mundialmente famoso, con llegada directa a las grandes casas automotrices del mundo, Fangio se convirtió en la llave perfecta para que Bordeu fuera a hacer experiencia a Europa. Con tres mil dólares en la valija y todos sus sueños, Bordeu llegó al Viejo Mundo para toparse con un tropel de periodistas. Lo buscaban a Juan Manuel. El de Balcarce. Fangio, no Bordeu. Nombres y pueblo de nacimiento en común, la asociación dejó el menú servido para la prensa europea: había llegado el Maestro y traía a su alumno.
Con esa presión encima, Bordeu hizo sus primeras armas con un auto italiano, en una categoría promocional, la Fórmula Junior. Era un buen comienzo en la escalada hacia la F.1. Como Colapinto, hace 65 años también había que mostrar desde abajo. Las circunstancias -un accidente que lo postró varios meses cuando ya tenía confirmada su fecha de debut en la máxima- no le permitieron a Bordeu cumplir con su meta. Pero esa es otra historia.
El Maestro estaba en todos los detalles de la logística. Pero el que tenía que demostrar era el alumno. Y un día al Quíntuple le surgió un compromiso: tenía que viajar a Venezuela y dejar solo al pibe Bordeu. ¿Dónde iban a correr ese fin de semana los Fórmula Junior? En Monza, un circuito que había sido escenario de algunas de las proezas más gloriosas de Fangio.

Una tapa de la revista El Gráfico, ilustra sobre la trascendencia de aquella experiencia.
Caminar Monza

El Chueco se llevó al alumno a Monza. A caminar Monza, como dicen que en estos días los ingenieros de Williams hicieron caminar a Franquito Colapinto. Le mostró los lugares más desafiantes, como la curva de Ascari, justamente donde perdiera la vida el gran ídolo italiano y rival del propio Fangio en los mundiales de esa década. Y la Parabólica, ese curvón que desemboca en la recta principal y es, como Eau Rouge en Spa, uno de los lugares sagrados donde se respira en el aire todo lo que encierra la F. 1.
"Aquí hay un solo secreto: en ese curvón todos frenan un poco, usted tiene que tomarlo a fondo", le dijo Fangio, con el respeto de aquella época. Claro que una cosa es que lo diga Fangio y otra que lo haga un pibe que recién comienza. Caminando el circuito, con el andar de sus piernas que le dieron su apodo, Fangio le enseñó a Bordeu como encarar la curva para hacer la diferencia y sobrevivir en la pista: "apunte al árbol", le dijo. En el lado externo del curvón había, lejos, un árbol. "Cuando encare la curva, apunte al árbol y píselo a fondo".
Bordeu se tomó varias vueltas antes de destilar la adrenalina que necesitaba para el intento: 180, 190, 200 km/h. Hasta que apuntó al árbol y pisó a fondo. Hizo la pole. Y el domingo ganó las dos series. Dijo que la segunda se le complicó. Que llegaron al curvón todos juntos, en un pelotón compacto. Pero que él apuntó al árbol. Y pisó a fondo. Para cuando salió a la recta, llevaba 50 metros. Al final del día despachó un telegrama a Venezuela: "Como usted me enseñó. Gané".
Debuta Franco Colapinto, en Monza. En un F.1 con todo el bagaje electrónico de los autos actuales. El árbol ya no debe estar, obviamente. Fangio y Bordeu son dos recuerdos de una época dorada, cuando el automovilismo era algo sustancialmente distinto al de este siglo XXI. Pero hay algo, en la esencia, que no cambia: el sueño de un pibe que desde que se subió a un karting se imaginó en un Fórmula 1; la expectativa de un país que ve en sus ídolos deportivos la proyección de otros anhelos. Por eso, Franco, desde esta Rafaela que también vive y respira con la historia de los fierros, hacemos nuestro el consejo del Quíntuple. Estás en Monza: apuntale al árbol. Pisá el acelerador a fondo y manejá, que es el único secreto. Y dejá que tus sueños se hagan realidad.

Pulgar en alto: un país detrás del sueño de Franco Colapinto.
Autor: 133210|
Franco Colapinto F 1 en Monza Monza WILLIAMS FANGIO

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