El próximo martes 30 comenzará, en la sala de audiencias del segundo piso del edificio de los Tribunales de Rafaela, el juicio oral y público contra Cirilo Bravo, acusado de haber matado a su esposa, Mariel Zimmerman, ocurrido en la noche del 25 de octubre del año 2022, en el domicilio que ambos compartían, en calle Güemes, en la localidad de Humberto Primo. El tribunal que juzgará a Bravo será presidido por la jueza Dra. Cristina Fortunato, a quien secundarán los jueces Nicolás Stegmayer y Gustavo Bumaguin.
El fiscal del caso es el Dr. Martín Castellano, que ya anticipó que pedirá la pena de prisión perpetua. Castellano le achaca al imputado la comisión de los delitos de homicidio doloso doblemente agravado por el vínculo existente entre autor y víctima y por haber sido cometido por un hombre contra una mujer y mediare violencia de género, es decir, femicidio.
Los hechos
Bravo, que al momento de los hechos tenía 56 años, protagonizaba –según los testimonios recogidos en la causa y que ahora deberán escucharse en las audiencias del juicio- una “relación tóxica” con su esposa, en la que eran frecuentes las agresiones mutuas y las discusiones. Esa violencia latente solía tener episodios mayores, que incluían el uso de objetos cortopunzantes para amenazarse, aunque nunca hubo denuncias policiales ni lesiones que provocaran que las consecuencias de la tensión doméstica trascendieran las paredes del hogar.
En la noche del 25 al 26 de octubre hubo otra discusión, que se produjo en presencia de una niña que en el momento del hecho tenía 12 años y que padece Síndrome de Down. A la niña se le tomó declaración en cámara Gessell y ese testimonio será tenido en cuenta en la evaluación que hagan los magistrados. Una de las cuestiones que se ventilará es el contexto en que se dio el crimen. Lo cierto es que Bravo terminó atacando a su esposa con un cuchillo y cortándole las yugulares externas e internas del lado derecho del cuello.
Para el fiscal Martín Castellano, el femicida era plenamente consciente de sus actos, porque se cambió de ropa, se limpió las manos de sangre, cargó a su hija discapacitada en una moto y la llevó hasta la casa de su hermana, dejó la moto en la casa de esta última y desde allí fue hacia la Comisaría de Humberto.
Según lo que se describió en las audiencias en donde se determinó dejar a Bravo en prisión preventiva, al momento de entregarse el imputado estaba tan nervioso que no pudo articular frases coherentes ante los policías: sólo con ademanes les indicó que algo grave había pasado en su casa. Pero también les hizo un gesto: para hacer entender que se estaba entregando extendió sus muñecas hacia adelante para que lo esposaran.
