Policiales

El vínculo que unió a la víctima del femicidio con la ''Gringa Jara''

 "Al "Mosquito" le gustaban las minas", declaró, contundente, una testigo citada por los fiscales Gabriela Lema y Nicolás Stegmayer, en medio de la audiencia de medidas cautelares en la que debía resolverse sobre la prisión preventiva de Tamara San Lorenzo, alias La Gringa Jara. El dato resultó una de las claves de la argumentación de los representantes del MPA. Es que a Mendoza, ejecutado con un tiro en la cabeza en la noche del 21 de diciembre de 2021 junto a Marcelo Sánchez, mientras ambos iban en un 147 por la zona de la plaza Italia haciendo un "delivery" de drogas, la mezcla de gustos y trabajo lo llevaría a la muerte. 

La simpatía -para ser buenos con el término- con que el Mosquito miraba a las mujeres, sobre todo si eran jóvenes, era un dato que no podía pasar desapercibido a la Gringa Jara. Pintada por los fiscales como "mano derecha" del temible  "Yiyo" Ramallo, una de las habilitades de la Gringa Jara -siempre según la descripción de los fiscales- era conocer el submundo de la droga. Eso incluía advertir las debilidades de los enemigos de Yiyo o de aquellos que -por el contrario- pudieran serle útiles al capo narco entre rejas. Aún cuando algunas de esas debilidades fueran sufridas en carne propia por la Gringa, considerada por su propio jefe como una "drogona".
Según los fiscales, fue la Gringa la que resolvió cuál sería la zanahoria que le ofrecería al Mosquito para llamarlo a una cita envenenada por la emboscada. No lo podía hacer ella personalmente: demasiado la conocía el Mosquito como para que no adivinara que cualquier contacto de La Gringa/Tamara sería una invitación segura a la trampa. Para eso La Gringa tenía otros peones. Erika "la Kika" Gómez, recién llegada de Mar del Plata, atractiva pero sobre todo adicta, dependiente de la maldita droga, que la llevaba por el mal camino. Habría sido Tamara -dicen los testigos que declararon en la causa- la que le llevaba clientes a la Kika, que necesitaba plata para sobrevivir. Y 10 mil pesos para volver a Mar del Plata. La plata está, le habrían prometido. Hay que llevar a Mosquito a "dar la vuelta". En la jerga de la banda, "dar la vuelta" era el operativo para asesinarlo. 
La Kika está con prisión preventiva ahora mismo, porque cuando cayó los fiscales concluyeron que sin ella, sin su insistencia en convocar a Mosquito a la celada mortal, no habría habido doble crimen. La Kika declaró que el teléfono se lo manejaba la Gringa Jara. Parece que no mentía: según los fiscales, las instrucciones las recibía de la Gringa, que mientras Mosquito iba a su cita con la muerte estaba en el Balneario, preparándose su propia coartada. 
Así como la Gringa le había conseguido clientes para que la Kika se rebuscara algunos pesos con el oficio más viejo del mundo, también había otras chicas que le daban su contacto. Los testigos hablaron de una práctica común: "la Gringa le conseguía clientes a las chicas". Y entre esos nombres citados al pasar se escuchó el de Fabiana Luna.
Fabiana, que murió asesinada en la tarde del 31 de agosto en un camino perdido cerca del Camino 4. Que era vecina de ese playón de calle Tucumán que nació para que los pibes del barrio practicaran deportes y crecieran en un ambiente sano y, lejos de eso, se transformó en un lugar en el que suelen desfilar sujetos armados y gente de mal vivir. La misma vecindad donde vivía el único imputado por ese homicidio. 
Fabiana. La sanjuanina Fabiana, víctima de su propia vulnerabilidad. Arrinconada por una ciudad que le mostró su peor cara, lo mismo que le pasó a la marplatense Erika Gómez. Sólo que Fabiana, a la hora del crimen, estuvo en el lado de la víctima, otra vez. Y la Kika, para sobrevivir, eligió estar con los gatilleros.

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